La expresión que encabeza esta opinión reproduce lo que algunos docentes espetan a alumnos que realizan pruebas o exámenes verdaderamente desastrosos, vamos que no tienen ni "pajolera" idea de lo que debían hacer o contestar. Pues yo se la aplicaría a la gestión que la Junta de Andalucía está realizando con la docencia universitaria.

Parece que hay mucha alegría para decir que el número de centros docentes cerrados en Andalucía es muy pequeño y que todo funciona muy bien. Y yo me alegro muy mucho que los niños y adolescentes en nuestra tierra puedan acudir a sus clases. Y felicito y aplaudo el ímprobo trabajo que realizan maestros y profesores en colegios e IES. Todo eso está muy bien y es mérito de familias y docentes.

Pero pareciera que las jóvenes generaciones tan bien y sobradamente preparadas, esas a las que llamamos generación X, Z o cómo ustedes deseen, se vuelven irresponsables, insensatas, imbéciles, insolidarias o cuantos calificativos i- o in- deseen buscar en cuanto salen de los IES y entran en la universidad. ¿A cuento de qué los niños de 3 a 12 años y adolescentes hasta los 18 pueden acudir a clase, con las burbujas que quieran, y resulta que los estudiantes universitarios mayores de edad tienen arrebatado su derecho a una formación presencial?

Las universidades andaluzas y en particular la Universidad de Granada han invertido mucho tiempo, medios, dinero y esfuerzo en preparar sus centros, aulas y laboratorios para que las clases sean seguras. ¿Y para qué? En el caso de Granada podemos decir que para muy poca cosa. En tres semanas se suspendieron las clases teóricas y se vino a transmitir el mensaje que en Granada los universitarios eran los culpables del incremento de los contagios. Y el gobierno andaluz, siempre tan cariñoso con la UGR, nos puso de cara a la pared. Y después ha terminado castigando a todos los universitarios que cursan en nuestra tierra sus estudios superiores. Dirán que en otras comunidades hacen igual. Pues si en todos los Campus, y lo creo así, se han tomado las medidas que en los de la UGR les podría asegurar que es difícil que en un aula o laboratorio se produzca un contagio. Actuando con responsabilidad, las aulas y laboratorios son seguros y se toman todas las medidas necesarias.

Todas las mañanas, tras mis clases virtuales en pantalón de pijama y camisa con corbata, puedo ver a chavales jugando en los patios con y sin mascarilla, por supuesto. Y a la entrada y salida de colegios e IES veo los mismos comportamientos, responsables e irresponsables, en los padres y madres adultos que podrían tener mis alumnos universitarios.

¿Qué razón hay para colgarles el sambenito a los universitarios? ¿No han pagado los universitarios una matrícula para una formación presencial? ¿No tienen derecho a refrendar su buen hacer en las aulas? ¿Quién les resarce de una culpabilidad no demostrada?

Si fuera tan fácil demostrar que todos los contagios son producto de los universitarios en las clases y en los bares, la pandemia en Granada tendría fácil solución; pero me temo que lo más fácil es buscar chivos expiatorios. Mientras tanto, parece que lo único asumible es planificar las clases, la estancia y toda la vida universitaria en plazos de quince días. ¿Para qué tanto preparar planes A, B y C de docencia, si luego vamos improvisando y buscando culpables? En universidades, lo dicho: Junta, cero patatero.

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