La ciudad donde vivo... "Granada tiene que ser una ciudad más verde", proclamaba este domingo el alcalde, Luis Salvador, en estas mismas páginas. Por una burla del destino, coincidiendo con la entrevista nos están talando o proyectan talar más de 300 árboles en la calle Palencia y nuestra Valle informaba ayer en este periódico que "la calidad del aire vuelve a empeorar" en la ciudad con la desescalada. Naturalmente, de ambas cosas no tiene la culpa ni es responsable el alcalde Salvador: el proyecto de la calle Palencia es anterior a su acceso a la planta noble del caserón de la Plaza del Carmen y el repunte de la contaminación era previsible en cuanto al arresto domiciliario le siguió una cierta movilidad entre las aglomeraciones urbanas que separa la Circunvalación.

Por eso, este cancionero analítico apela hoy al Corazón de neón que describió Joaquín Sabina en la composición interpretada por Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón. Sobre todo, en sus tres proclamas anteriores a la del Cardio -el de neón; el otro, no-: 'corazón de cemento', 'corazón de hormigón', 'corazón enfermo de polución...'. Corazón de cemento y hormigonada que hemos visto crecer en menos de una generación hasta hacer imposible lo que hace no muchos años era posible desde cualquier mirador de la ciudad: distinguir entre las luces nocturnas que resplandecían en la Vega cada uno de los pueblos que emergían diseminados de entre una de las tierras más fértiles de Andalucía. No deja de ser un sarcasmo que cuando más planes de protección de la Vega se han aprobado en años anteriores más dificultoso resulta apreciar aquella suave invasión mutua entre campo y ciudad que hacía posible la contemplación panorámica desde cualquier punto del entorno sin 'adefesios' ni 'mamotretos' de la construcción.

Hoy todo es un conglomerado, un ascua de luz donde en algunos casos es posible cambiar de municipio con solo cruzar de acera entre las múltiples urbanizaciones que nacieron al calor del boom del ladrillo. Sin que -dicho sea de paso- se pueda distinguir qué pueblo estuvo gobernado por la derecha política o cuál por la izquierda militante, porque ambas por igual aplicaron las mismas recetas de actuación-devastación urbanística y paisajística. Y, así, llegamos a esta calle Palencia donde, de salida, se aplica la 'solución Bush', un presidente que cuando California ardía por los cuatro costados aconsejaba talar todos los árboles para evitar los incendios forestales. La protesta, con todo, tiene un toque 'granaíno' que han apuntado algunos observadores. Es esa voz que en Granada se alza cuando los proyectos han superado todas las fases legales de tramitación y publicidad. Las máquinas afilan sus garfios para entrar a saco y entonces alguien levanta la voz. Pasó con la Circunvalación, la polémica que atravesó el mandato municipal entre 1987 y 1991, cuando el proyecto de abrir la carretera de ronda había pasado todos los trámites entre 1985 y 1987 sin ni una sola alegación. Una protesta que fue preludio de la 'pinza', una unidad de acción que unió a alianzapopulares e izquierdaunidistas con organizaciones dispares, religiosas y ecologistas, además de toda la Asamblea Polivalente (donde se agrupaban unas veinte personas en un aglomerado de unas treinta organizaciones, anti-OTAN, pro-aborto, etcétera) en un frente común que situaba en aquellos tramos el 'kilómetro cero' del cambio climático y predecía catástrofes sin fin, con escolares ardiendo si a un camión le daba por estropearse en las inmediaciones del colegio... Y, mientras tanto, todos callados -menos un par de amigos que yo conozco- ante la multiplicación de obras en la Vega o la despiadada tala de árboles en el Parque de Huétor Santillán para abrir la Autovía del 92. Volvió a pasar con la sala de fiestas del Rey Chico, en 1997, que mira que se asoma gente desde San Nicolás. Y, sin embargo, ninguno se apercibía de que allí abajo iba creciendo aquel esqueleto de cemento a los pies de la Alhambra sin que nadie diera la voz de alarma hasta un par de semanas antes de la inauguración. Y se armó la marimorena...

Este cancionero analítico tiene varios ejemplos más, homologables con los anteriores, pero se queda aquí porque lo suyo es amenizar con canciones estos tiempos de desescalada. Hoy, con este Corazón de neón, "de cemento, / de hormigón, / enfermo de polución", precedido siempre por una invocación 'cardiovascular' por cuadruplicado, ahora que todavía estamos a tiempo de evitar la indiscriminada tala de la calle Palencia. Y ahí sí que el alcalde Salvador tiene algo que decir, aunque el proyecto le preceda. Señor alcalde, ya que usted mismo explicaba este domingo que "Granada tiene que ser una ciudad más verde", evite en la medida de sus posibilidades que "la ciudad donde vivo" siga creciendo "de espaldas al Cielo", porque es fácil añadir que esta ciudad nuestra "es el mapa de la soledad", por ejemplo con solo asomarse a la Avenida de la Constitución entre las doce y las siete de la tarde, a ver quién es el loco que se atreve a pasear por su desolado andén central y el sol africano que a esas horas descarga en verano y buena parte de primavera y otoño.

Sabemos, porque así empuja el grupo de Podemos-IU y sus Cambril-Puentedura, y como manifiesta ese buen concejal que es César Díaz, que el Ayuntamiento quiere ampliar las zonas peatonales, pero de nada servirán si la tala indiscriminada de árboles hace intransitable una calle en las horas de sol. La ciudad donde vivo, que "al que llega le da un caramelo / con el veneno de la ansiedad", "es mi cárcel y mi libertad", "un ogro con dientes de oro, / un amante de lujo que siempre / quise seducir", que "junta a Dios y al diablo" y, en la descripción de Sabina-Gurruchaga, "un inmenso barril de cerveza / que de repente va a estallar", una premonición ante la proliferación de bares en esta Granada nuestra de tendencia irrefrenable a convertir las calles en una sucesión de terrazas y veladores, más los bajos comerciales en un continuo de barras estirado al infinito. La canción que compuso Sabina y grabó la Mondragón en 1987 termina con una enunciación de veintitrés ciudades salpicadas entre los cinco continentes del Planeta Tierra (Barcelona, Moscú, Manila, Nueva Delhi, Roma, Tokio, Londres, Berlín, El Cairo, Caracas, Madrid...) entre las que no aparece Granada. Pero con decisiones como estas de la tala de árboles en calle Palencia, pronto apareceremos si Sabina se decide a actualizar su enunciado: "de espaldas al Cielo", "corazón de cemento", "corazón de hormigón".

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