Análisis

juan PABLO LUQUE martín

Día 7: Fiesta de guardar

Ayer, domingo. Tocaba paella, descanso, solecito, música, misa de una…. De todo, sólo quedó la paella y, gracias a nuestro amigo, sacerdote y amigo, Jose Antonio Villena, oímos misa a través de Instagram a la una desde San Justo y Pastor. De la forma más parecida a la de cualquier domingo (en estas condiciones). La oímos en familia. Los cinco. Aunque no como les gusta. A Pablo le faltó revestirse de monaguillo. A Cayetana, leer alguna petición, y a Nacho…. a Nacho le falta salir. Lo lleva bien, pero le quema la incertidumbre de las clases, de cuándo terminarán el curso, de la selectividad, de si después de esta pandemia, abrirá la mano la Universidad y el Estado entenderá de una puñetera vez que hay que dar salida a más vocaciones sanitarias, y no cerrarles la puerta con apenas dieciocho años…

El sol también brilló. Por su ausencia. Nublado. A ratos chirimiri. Otros lluvia. Suelo mojado. No sé qué tendrá la lluvia que cambia el aire y lo llena de misterio. Como la nube que ignoras cuándo regresará. Algo cambia cuando llueve. El paisaje es gris, casi perfecto. En ocasiones, se arremolinan vida y deseo en cada gota de agua. Otras en cambio, llena el pensamiento de melancolía, de notas tristes de una canción que va apagando el alma. Y te quedas quieto, en la ventana, sin pensar, sólo lamentando por dentro la suerte que tocó vivir a los que te rodean. Como mi guitarra, cuando días como hoy dice de quejarse…

Y el descanso, el descanso lo cambiamos por pintar el cuarto de Pablo. Pintar con pintura de verdad. Dos camisetas he gastado. Piti una. Y una calva azulada. Llevábamos tiempo pensando en hacerlo, y cuando supimos que este confinamiento duraría hasta el 14 de Abril, pensamos que no era tiempo de sentarse y venirse abajo; que daba tiempo a pintar si queríamos la casa entera. Pero no. Por ahora sólo el cuarto de Pablo. Le hacía falta. Demasiados roales en las paredes. Y de azul, como le gusta. Aunque últimamente sugería que también le mola el verde. Será por aquello de la esperanza…

Total, estamos más que aburridos. Desde anoche, cada vez que enciendo la tele sólo sale Pedro Sánchez. El domingo a mediodía pensé que estaba grabado, que era el mismo discurso que la noche anterior me dejó adormilado a fuerza de decir más bien poco… o nada. Mejor dicho: habló de lo mismo y se olvidó de los mismos. Sí. Todavía estoy esperando del máximo mandatario de España un gesto al Rey Felipe VI, a su discurso, a su capacidad de llamar al orden y aglutinar a todos apelando a la responsabilidad individual de cada español. A su entrega a este país. Sé que las circunstancias constitucionales y de estado no le permiten hacer más. Sólo estar. Y dar ejemplo.

Por eso echo de menos el agradecimiento del Gobierno de Sánchez e Iglesias.

Finalmente, la paella. A decir de mis hijos, fue la que más brilló en un domingo que tornó bastante triste cuando supieron que quedan más semanas de reclusión. Pablo repitió. Los demás no dejaron nada en el plato. No como para salir a aplaudir a las tres de la tarde, pero un servidor, cocinero de sólo paellas, se llevó a la cocina la paellera con el orgullo de ver que no habían dejado nada…

Nos hará falta fuerza. Y música. La del alma. Y a lo lejos, la de la victoria…

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