Día 52: Madres

Día 52: Madres

Aún no sé qué puede quedar en el retrato de la nueva sociedad que se avecina y amenaza con quedarse durante largo tiempo. Tanto fake, tanto watsapp, tanto unos dicen qué, otros dicen… no he logrado aprender aún las normas de este confinamiento. Vamos, he llegado a soñar con que a mi casa le reducían el aforo a un cincuenta por ciento… y en esa pesadilla me embarqué, sin saber quién de los cinco debería abandonar el domicilio. Piti, no desde luego. Se ha ganado el jornal y el cariño de los cuatro. Estuvimos a punto de escribirle al alimón una carta para el día de todas las madres, pero al final desistimos porque le hubiera dado vergüenza.

Hoy es de los días que me apetece ser, escribir y retratarme políticamente incorrecto. Lo siento. Me rindo. No es comparable. No podemos competir. Es hasta inhumano. Lo intentamos, nos esforzamos, suplimos todo con buena voluntad…imposible. Imagino que habrá otras cosas en la balanza en la que adquiriremos ventaja. Imagino que no todo será tan desequilibrado. Pero el resultado final que arroja este confinamiento en mi casa es una goleada tremenda en favor de las madres. Y el caso es que tratamos de hacer lo mismo: compartir tareas en casa, trabajo, nuestros hijos… pero imposible. Lo suyo sí que es de calidad. Nadie las enseñó. Pero digo yo, para que no me acusen de machista, que se llevará en los genes o en la sangre. No. No se trata de una construir una divinidad sobre ellas. Ni soltar un piropo que haga feliz su estancia. Ni de un merecido halago o agradecimiento. Es, más bien, simple constatación. Podrá ser algún tipo de energía que les facilita un contacto teleológico más fluido con todos nosotros. No lo sé. Repito. Simplemente constato. Doy fé.

Al final te das cuenta que vida y rutina familiar nunca giran en papeles previamente negociados. No se confunden en un simple reparto. Que es, simplemente, lo que la vida ofrece cada amanecer. Si riegas una planta, crece, por mucho que te empeñes que hiciera otra cosa. Si naces madre, serás madre. Si naces padre, serás padre. Y nuestros hijos lo entendieron así. No se lo explicamos. Entendieron. Y lo aplican todos los días. Ada Castells, autora de la novela “Madre”, decía que el trabajo de una madre “está muy poco valorado y cada vez estoy más convencida de que es el trabajo más difícil y que más importancia tiene hacer bien, porque al final lo que estás sacando al mundo es una criatura que tendrá que vivir en sociedad, saber comportarse y ser feliz, que es lo que todos queremos. Y la verdad, no creo que estemos muy preparados para este trabajo. Se nos prepara para triunfar, pero muy poco para este triunfo personal en la familia”.

Las madres del confinamiento. Son ellas. Resistieron. Construyeron nuestra trinchera. Se puede. Se puede estar, se puede ser, se puede convivir, si ellas dibujan el día. Estos casi dos meses (lo serán, finalmente), redescubrieron nuestros roles de casa. Reinventaron la familia de veinticuatro horas. Fueron ternura, fueron dedicación, fueron compañía, fueron exigencia, fueron fuerza moral, fueron hogar, fueron casa.

Quizá en el recuerdo de mis hijos queden estos días de coronavirus. Y entre todas las imágenes de sus recuerdos, cuando sean mayores, rescatarán la fortaleza y bondad de su madre.

Algún día hablare en público de Piti, aunque se avergüence. Hoy correspondía hablar de madres. De madres en el confinamiento.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios