Hay mujeres que resultan realmente inspiradoras. Lo políticamente correcto sería afirmar que lo son por su capacidad intelectual, por lo que representan para el movimiento feminista o por el importante legado cultural que nos han dejado. Eso sería lo adecuado. Pero la corrección impostada me resulta completamente nauseabunda y a mí ellas, contra todo pronóstico, me parecen realmente inspiradoras.

Medio planeta las ha visto bailar en la actuación que hicieron el pasado domingo en la final de la Super Bowl y medio planeta sigue preguntándose cómo es posible montar ese espectáculo y no morir en el intento. Los realistas dirán que es un hito sólo apto para súper divas de la talla de J.Lo y Shakira. Los soñadores creerán que es una hazaña a la altura de cualquiera que se lo proponga, salvando las distancias. Y, sin desmerecer a estas dos fieras escénicas, quizás ellos tengan algo de razón. No es que cualquiera pueda subirse a una barra americana, mantenerse sobre ella sin usar las manos para sujetarse y cantar con la misma naturalidad con la que uno bosteza recién levantado, es que cualquiera puede -y debe- darlo todo si se lo pide el cuerpo. Por eso ellas me resultan completamente inspiradoras. Porque, aunque la disciplina en la que destacan sea frívola para los eruditos, J.Lo y Shakira son el ejemplo de que el que quiere, puede. Ellas, más que veteranas en el panorama musical, se mantienen en el candelero a base de trabajo, esfuerzo y dedicación. Porque el número de la Super Bowl no es fruto de la casualidad, es el resultado de años de trabajo, de caídas y tropiezos, de agotadores ensayos y de perspectiva. Esa que te dan los años y con la que consigues abrir tu mente y decidir hacer lo que te salga de las entrañas sin tener que dar explicaciones. Aunque luego hablen de tu despampanante físico a tus 50 años o de tu sensual contoneo a pesar de tu maternidad. Ellas son más que eso, aunque para el mundo sólo sean dos latinas que saben hacer show. Ellas sonvisionarias, constantes, sacrificadas, trabajadoras y energía. Energía que te inunda al segundo de ver su actuación. Porque, quizás nunca bailemos como ellas, pero después de ver el vídeo a todos nos entran ganas de tocarles las palmas y de comernos el mundo.

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