No es obligatorio realizar lo que no se desea. Aunque la sociedad lo imponga o los estudios empujen a a hacerlo. No hay que saltar de un puente si los amigos lo hacen; no hay que convertirse en madre si una no lo tiene como objetivo en la vida. Personalísima elección, ser madre es un deseo que no llama de igual forma a todas las mujeres. Algunas lo experimentan antes, otras más tarde y algunas no lo sienten ni lo sentirán nunca jamás. Todas ellas -las que quieren, las que no, las que pueden y las que no- merecen el mismo respeto. El tuyo, el mío y el de la sociedad inquisidora. Porque la libertad es eso, tener la posibilidad de elegir sin que nadie juzgue la elección. Pero los prejuicios nunca acaban. No sólo se pone en tela de juicio la decisión (temprana o tardía) de ser madre, una vez llegue el retoño la tan benevolente sociedad se encargará de reducir la autoestima de esa madre hasta convertirla en cenizas.

La que toma la decisión de formar una familia (cualquier familia) se enfrenta a un sinfín de dudas de difícil solución. Ser madre por primera vez trae consigo muchas inseguridades y la imposibilidad de poder compararlas con otras experimentadas en cualquier otra situación, lo que hace de la experiencia de ser madre toda una aventura. Durante la odisea, algunas se encontrarán con grandes apoyos que no vacilarán a la hora de ser un sostén. La acompañarán en el trayecto que dura la maternidad empoderándola. Otros, los salvadores de la patri, gastarán todas su energías en adoctrinarla. Para llevarlas por el buen camino -su buen camino- arrojarán sus opiniones sobre todo lo susceptible de opinar. Sin criterio, más que el suyo propio, tirarán por tierra todo lo que esa pobre madre haga. Desde la lactancia hasta las horas de sueño, pasando por el uso de chupete. Pequeñas y consumidas ante tanto ataque se incorporarán al trabajo sintiéndose culpables por dejar a la prole abandonada.

Allí la hostilidad será aún mayor. Obligadas a dar más de sí mismas, juzgadas por anteponer niños al trabajo y con una reducción de salario considerable por haber decidido dedicar más tiempo a su niño y menos a su trabajo, las madres querrán tirar de nuevo la toalla. Como si ellas fueran culpables de estar en el punto de mira de una sociedad hipócrita que hoy obliga a comprar colonias y regalar joyas.

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