El Granada CF sorprendió la semana pasada con el lanzamiento de su equipo de videojuegos. Está bien estar a la última, ser modernos, jóvenes, al día de esas competiciones que llenan pabellones, mueven a millones de fans en todo el mundo y, he aquí la clave, una cantidad de pasta ingente. Era cuestión de tiempo que se derivara alguna medida de este tipo teniendo el club un presidente asiático, donde la cultura del videojuego alcanza cotas de megaestrellas y hasta son capaces de meterlos en el programa de unos Juegos Asiáticos.

Lo que me entristece de esto es que el Granada se preste a formar parte de una gran mentira. De adulterar, también ellos, el significado de lo que son las palabras. Resulta que lo que toda la vida han sido videojuegos ahora se llaman, y me cuesta escribirlo horrores, eSports (deportes electrónicos). Cada club de fútbol, baloncesto o lo que sea dedica una rama a las maquinitas, le añade ese concepto etimológicamente dañino, que lo único que trata es de acceder a un nicho, el de los deportes de verdad, para incrementar beneficios y ganar la presencia que no tendrían nunca fuera de la consideración de deportes. Y es que no lo son. Nunca será deporte sentarse delante de una pantalla a darle al FIFA aunque antes te hayas matado en el gimnasio, de la misma manera que no es deportista el que se hace 150 kilómetros en bici mientras se saca una oposición.

No existe el deporte electrónico. Existe el deporte, y por otro lado los videojuegos. No hay más. Son agua y aceite. Al deporte le corresponden las páginas de su sección en los medios, y a los videojuegos las suyas, ya se en tecnología u ocio. Pero nunca deportes. Porque de seguir pervirtiendo el lenguaje, llegará el día en el que un renacuajo le diga a su profesor de gimnasia que va a correr perry, que él ya hace deporte en un "centro de alto rendimiento" dándole al mando de la Play y jugando al Clash Royale.

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