Queremos volver a casa solas y borrachas. Pero, sobre todo, queremos volver. Sin un nudo en el estómago, pudiendo mirar atrás sin miedo a toparnos con una sospechosa sombra y sin las llaves de casa incrustadas en la palma de la mano. Queremos cruzarnos con un grupo de varones pasadas las doce de la noche sin agachar la mirada. Queremos subir a un taxi sin memorizar su matrícula para compartirla en el grupo de Whatsapp de las amigas. Esas que velan nuestra llegada a casa como si fuesen nuestros ángeles protectores. Queremos darles las buenas noches y no avisarlas de que hemos llegado a casa sin ningún disgusto. Queremos que no nos imaginen muertas si no llega ese mensaje tranquilazador, queremos que piensen que el sueño nos ha podido, sin más.

Queremos ser madres, no serlo, casarnos, divorciarnos, arrejuntarnos o vivir con gatos. Queremos llevar la vida que más nos plazca sin las eternas incómodas preguntas, los desafortunados comentarios y las despectivas miradas. Queremos conciliación familiar. Para cuidar a los hijos o un familiar enfermo. La queremos de verdad, porque la hemos elegido y no porque nuestro sueldo sea menor que el de nuestra pareja masculina y así el pellizco salarial se nota menos en la economía doméstica. Queremos, en el caso de solicitarla, que la reducción de jornada se cumpla, que los compañeros no nos repudien por trabajar menos (y cobrar menos, que se nos olvida a veces) y que nadie se atreva a exigirnos condensar el trabajo de ocho horas en cuatro. Queremos ser Super Woman en las fiestas de disfraces, no en nuestro día a día.

Queremos expresarnos libremente, reivindicar nuestros derechos y luchar por una igualdad que todavía se antoja lejana. Queremos sororidad y empatía entre nosotras. Sin juzgarnos, sin acusarnos de ser lo que no somos. Queremos un feminismo libre, nuestro, con mensaje y sin spots publicitarios. Porque el movimiento es nuestro, aunque cualquiera se apropie de nuestro mensaje y aproveche la coyuntura para sacarse la foto o vender camisetas. Queremos zarandear a la sociedad y no que la sociedad (de consumo) nos zarandee a nosotras. Queremos el cambio en el mundo y no vamos a dejar de luchar por conseguirlo. Somos imparables, nos pongan los obstáculos que nos pongan. Tenemos clara la meta, ya sea 8 de marzo, 15 de agosto o 2 de diciembre.

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