Así que cuando estaban en lo mejor para ellos (para los independentistas, se entiende) llegó el gatillazo. Fue una gran decepción, que los revolucionarios desenfrenados de la CUP no le perdonarán. Cuando estaban a punto de alcanzar el éxtasis tan esperado, él se vino abajo, y dijo que no podía. Así que lo proclamaba, pero reconoció que lo suspendía, y que había llegado el momento de dialogar. A ver si la próxima vez le sale mejor. Uno de los expertos que mejor conoce este asunto, Josep Borrell, lo resumió en una frase profética tuitera: "Evitarán la tragedia, pero continuarán la comedia".

Fue una independencia interrupta, venida abajo. Puigdemont empezó con retraso, en el vano intento de apaciguar a los de la CUP, que ya soñaban con una Cataluña independiente para empezar la revolución de octubre. Puigdemont demostró que él es más partidario de Marx que de Lenin. Del sector de Groucho Marx, por supuesto. Una vez que se han aflojado sus ideas de la independencia, se busca otras. Se pone la piel de cordero. Se presenta como víctima de los políticos del Estado, mientras guiñaba un ojo a los españoles, como diciendo no somos tan malos, es que nos dejaron un Estatuto irreconocible, es que nos negaron todo, es que no había otra salida que ser independientes.

Y ahí sigue. Porque dijo lo que dijo. Y dijo que el domingo 1 de octubre ganaron el referéndum de la independencia. Dio validez a una consulta que, además de ser ilegal, fue un disparate que ha servido de burla en el mundo democrático. Sobre una mentira ha inventado su independencia. Y ahora quiere negociar. Para legalizar su mentira, por supuesto.

La verdad es que se ha asustado. La verdad es que las mejores medidas no las ha acordado ningún tribunal, sino Caixabank, el Banco de Sabadell y las empresas que están siguiendo el traslado de sedes. No se detengan. Es la medicina que puede curar la independencia. Es lo único que entienden. Mientras los de la CUP estaban jugando a su revolución de octubre (un siglo después de la Rusia soviética), en el partido de Puigdemont, además de los imputados (y de los condenados) por corrupción, había ilusos que se creyeron la mayor mentira de todas: que Cataluña sería como otra Dinamarca en Europa.

Desmontada la mentira, que es innegociable, no hay que parar, hasta que pierdan unas elecciones catalanas y se acabe el cuento.

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