El principio de la década de los 2000 estuvo marcado por la irrupción en el panorama televisivo de una serie que, cuestiones técnicas a parte, supuso un antes y un después en el universo femenino. Sexo en Nueva York, que, años después podría haberse llamado Opulencia en Nueva York, fue todo un revulsivo para la sexualidad femenina. No es que antes no existiera, es que hasta el momento poco o nada se había hablado de ella. Las cuatro mujeres que protagonizaban las tramas hablaban abiertamente de algo que muchas todavía no se atrevían a hacer: el sexo. La frivolidad, el consumismo exacerbado, la superficialidad y el comportamiento ridículamente infantil de la protagonista reina son cosas que descubrimos en la serie años después, cuando el paso del tiempo nos permitió ser críticas con algo que en un principio nos había resultado liberador.

Mucho ha llovido desde el final de la serie pero poco se ha avanzado en materia de liberación sexual femenina. Al menos es la conclusión a la que llegan los vendedores del producto estrella de estas Navidades: el satisfyer. Para el que no lo sepa (porque haya estado todos estos días en una cueva), este artilugio no es más que un juguete erótico con el que las mujeres pueden experimentar un placer mucho más que orgásmico. Pensado para esa parte de la anatomía femenina creada por y para el placer, el clítoris, el satisfyer se presenta como el salvador de nuestra sexualidad. Gracias a su irrupción en nuestras vidas (y en el mercado) se ha empezado a hablar sobre uno de los mayores temas tabú: la masturbación femenina. Por eso, muchos ven en este artilugio el abanderado de la liberación sexual femenina. Abanderado que vale 39,99 euros en Amazon, que se cuela como publicidad subliminal en vídeos de Youtube y en cuentas de Instagram; abanderado que implica rascarse el bolsillo y que nos hace alabar al objeto y no a nuestro cuerpo. ¿A ver si va a ser que la liberación sexual no es más que una rendición ante el capitalismo? Porque tener un satisfyer, por aquello de probar y porque lo tiene todo el mundo, no nos libera de complejos o inseguridades a la hora de enfrentarnos a una relación sexual ni nos libera la mente (y el cuerpo) si previamente no hemos sido capaces de conocernos. Y, como eso lo saben, nos meten el satisfyer como el gurú de la liberación sexual femenina y los venden como churros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios