La casi angustiosa participación de Enrique Chicote en el pasado ¿Quién quiere ser millonario? viene a confirmar que la consecución de su bote hace veinte años en 50x15 tuvo bastante de suerte, de chiripa y de un descenso en la exigencia de aquel programa para ilusionar a la audiencia. A alguien le tenía que tocar. Este Chicote pertenece a una generación de concursantes que se sometían a televisivos desafíos esporádicos.

Desde el afianzamiento de Saber y ganar y el posterior Pasapalabra hasta ¡Boom! se ha forjado un nuevo tipo de concursantes que suscitan fidelidad (e incondicional admiración) en el espectador por una constancia que les lleva a superar días y días en pos de conseguir un grandioso premio.

Son concursantes que se han trabajado a conciencia, como una oposición, su intervención en el juego. Participantes que se aprendieron todo el diccionario de memoria, que controlan al dedillo los torneos de tenis, los festivales de cine más raros, las listas de los Nobel y las carreras musicales de cualquier nombre del Spotify. Los más buenos llegan a ser, literalmente, imbatibles y algunos ejemplos admirables, como la armenia Lilit, se convierten en los rivales a batir en El cazador, que se estrena mañana. Son concursantes estrella. Con más méritos que cualquier habitante de un reality.

Por ¿Quién quieres ser millonario?, que se ha ganado su presencia nocturna en Antena 3, han pasado algunos de esos concursantes que son un espectáculo por sí mismos, con tanta seguridad en el plató que son capaces de llenar cada minuto, facilitando el trabajo al presentador, cavilando cuando hace falta, fabricando emoción y respondiendo con tanta eficacia como una consulta de google, dentro de las posibilidades humanas.

La recuperación de este quiz puro en Antena 3 demuestra que el concurso familiar tiene aún margen para seguir cautivando a un público generalista. Como siempre, el único problema, el horario tardío.

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