Análisis

Tacho Rufino

Renovarse, o degenerar

Según un estudio reciente publicado por 'Science', ¡fue la Iglesia Católica la que abrió la puerta a la democracia actual!La prohibición del incesto fue la que propició el embrión de la democracia liberal

Science es una revista científica de referencia, y, según un estudio publicado recientemente en ella, es la Iglesia católica quien comenzó a proscribir con normas la endogamia y la consanguinidad, por ser estas dos prácticas tribales y a la postre sociales, las madres de todas las degeneraciones de los grupos humanos. La mezcla no es que sea buena éticamente, es sencillamente higiénica y necesaria. Cuando los mozos (vale decir mozas) de un pueblo van a las fiestas del pueblo rival a rondar y ennoviarse con las mozas (vale decir mozos) que han sido criadas apenas veinte kilómetros lejos, no hacen sino asegurar que hay futuro para su prole. La prohibición del incesto por parte de la Iglesia -el Poder, entonces- no responde ya tanto a cuestiones morales, sino que es el origen del individualismo que, a su vez, es el origen del desarrollo de los países. No hay nada más que ver cómo los hijos engendrados entre parientes de primera, segunda o tercera línea de consanguinidad, y más a lo largo de las generaciones, no dan para mucho socialmente. La mezcla es sin duda buena. Lo contrario, también: es muy improbable que el descendiente de un hombre o mujer (padre, madre, abuelo, abuela) con éxito para sí y su entorno esté a la a la altura de su antecesor, si hablamos de humanos. Lo que los anglosajones llaman lucky sperm, esperma afortunado, es un vicio evolutivo. Quien es mejor que sus antecesores es una excepción, siempre en el entendido de que dichos antecesores fueron excelentes. Y más si todo le ha sido dado. Con excepciones, claro que sí.

La prohibición del incesto, de la reproducción entre familiares, es cosa de la Iglesia católica, según este estudio. El hecho de que los mozos no pudieran -por imperativo legal; entonces la Iglesia era la ley en buena medida- emparejarse con gente de su terruño, en general parientes, propició la individualidad: buscarse la vida lejos de tu propia tribu y parentela, o sea, con excesiva consanguinidad para la salud de los descendientes, era una exigencia que corría paralela a la natural vocación de engendrar. Verse obligados a salir del entorno por un mandato institucional puede -eso propone la investigación publicada en Science- tener mucho que ver con la riqueza y creatividad que la necesidad y el desamparo suelen estimular. Las redes generadas por castas poderosas no aseguran la prosperidad social, sino al contrario.

El surgimiento de la democracia tal como la concebimos hoy entronca en el liberalismo, o sea, la posibilidad de que cualquier persona pueda hacer valer su valía en su entorno. Nada que ver con ese sucedáneo del liberalismo que es el nepotismo y la herencia del capital. Un neoconservador o neocon es lo más alejado de la libertad y la igualdad de oportunidades, porque por lo general los defensores de esa causa suelen tener intereses adquiridos contrarios a la prosperidad colectiva. Cuando el poder prohibió, o al menos limitó, por ley la consanguinidad, no hizo sino propiciar la permeabilidad social, la igualdad de oportunidades y esa criatura humana llamada democracia. Que en un estadio de desarrollo evolutivo y ético superior da lugar a la fraternidad y la igualdad de derechos. A la socialdemocracia o Estado de bienestar, por ejemplo: otro artefacto occidental. Donde quien tiene éxito se debe a los demás, una vez haya conseguido el enriqeucimiento individual o empresarial. El incesto no tiene futuro, ni lo ha tenido nunca.

Dijo Adam Smith, tenido por padre de la Economía clásica: "No es de la benevolencia del carnicero, panadero o cervecero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses". Y eso pasa, cabe concluir, por diluir la concentración excesiva de poder. Que es prima hermana de la consanguinidad.

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