Cibeles abajo se atisba un Sur ancho que une a los andaluces, más allá de las montañas, con la llanura manchega, los berrocales extremeños y la costa levantina, que es nuestra Penibética desesperezándose camino del mar. Tenemos mucho en común con nuestros paisanos de la casapuerta de al lado y es enternecedor cómo algo tan andaluz (por extensión lógica, tan español) como la copla tenga a tantos seguidores por esos lugares tan como nosotros. A tu vera es el Se llama copla de Castilla-La Mancha Media y como traslación al centro de lo que vemos por el Sur, vía Carmen Amores, el talent coplero da compañía a cientos de miles de paisanos en esas noches, tan desmochadas en lo televisivo, de los sábados.

Sandrina se ha convertido de forma involuntaria en la concursante más famosa surgida de ese espacio por su soponcio tonadillero cuando fue vencida por la memoria y los nervios en su atropellado Triniá. La situación de la coplera y su madre desvanecida, manojitos de vehemencias en off, como si asistiéramos a una sitcom, ha dado la vuelta al mundo, por lo patético y por lo involuntariamente tragicómico. Sólo los españoles hemos acuñado el término "vergüenza ajena". Pues eso. La albaceteña Sandrina no puede salir a la calle por un numerito que se le fue de las manos. Lo único que se puede pedir es no cargar las tintas. El programa debe eliminarla con un mensaje discreto y tomar lo sucedido con humor pero con la advertencia del riesgo que siempre supone poner en juego las ilusiones, y hasta desesperaciones, de los participantes anónimos.

Lo sucedido a Sandrina no debería pasar de ser una anécdota revoltosa que la deglutirá en breve el olvido. No debería ir a más.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios