Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

'Signor Jordi, gradisca'

Debemos agradecer que la política nacional nos ofrezca elementos de juicio objetivos, aunque sea de rondóEl reclamo fiscal de Juanma Moreno al rico catalán es lícito, pero bastante trivial

Esta semana nos ha reconciliado con la política principal, la económica, que es la tarea inexcusable de los gobernantes y de sus oponentes, porque la gestión de los recursos públicos y el fomento de la creación económica es de lo que nuestros gestores electos deben entender, sobre todo en tiempos de malos augurios. Y no de los equilibrios del poder legislativo, la rémora de la partitocracia fragmentada, que en nuestro país no mueve a la defensa nacional ante los embates mundiales, y mucho menos al pacto entre los partidos mayoritarios -como sucede en locos países como Alemania-, sino a un funambulismo de cuotas que crea extraños compañeros de cama parlamentaria. Un vicio hispánico que despista a los partidos de sus objetivos fundamentales: el bienestar de la gente -no sólo de los propios caladeros- y la eficaz llevanza de las cuentas públicas.

Con mayoría ya absoluta, el presidente autonómico andaluz, Juanma Moreno, ha escenificado en Madrid una revolucionaria propuesta tributaria, al rebufo de un Madrid capitalino y próspero (que lo es precisamente por cuestiones fiscales y el efecto sede). El premier meridional va en busca del punto óptimo de Laffer, un grial fiscal en el que el tipo impositivo maximiza la recaudación, y no la marchita. Lo fiscal trata de la gestión de los ingresos y los gastos públicos, y los ingresos son en esencia tributarios. Si hablamos de liberalismo -sin condenas ideológicas, por favor-, hablamos de reducción de impuestos, en la creencia de que el dinero es mejor que esté en manos de la gente, y no del Estado ineficiente, y que de esa manera se producirán un consumo e inversión privados benéficos y más que proporcionales con respecto a la merma inmediata de recaudación estatal (nacional, autonómica y local). Una vocación de política económica que está en los programas electorales del Partido Popular y del casi extinto Ciudadanos. Nada de lo que escandalizarse.

La inflación galopante ha engordado de forma paradójica las arcas públicas, porque el IVA es un terco porcentaje que se aplica sobre cualquier transacción de productos o servicios, y supone más de la tercera parte de lo que el Estado recauda. Si los precios se encarecen por una razón objetiva -el incremento de costes importado, como los energéticos- o por la codicia de ocasión, el Estado central y autonómico se ponen las botas. Más de 20.000 millones extra gracias a Putin y a los aprovechados del pisuerga. Que el Partido Popular esgrima su teórica ideología para reclamar que parte de esos ingresos sobrevenidos muevan a la Hacienda a reducir la presión fiscal es sólo natural. Y políticamente oportuno (diga usted oportunista, si le place). Ya todo se ha dicho esta semana sobre todas estas cosas, que si ricos y pobres: carnaza. Lo que permite la ley es legal y lícito. Y la política, si es económica, es más objetiva que el intercambio de estampitas territoriales. Tan habitual con el rentismo patriótico de vascos y catalanes.

Lo pintoresco de la performance de Juanma ha sido la llamada a los catalanes ricos a empadronarse aquí, ya liberados de un Impuesto del Patrimonio en vías de extinción. "Esta tierra es vuestra tierra", dijo Moreno, en una versión andaluza del This land is your land de Woody Guthrie, el himno estadounidense no oficial. Y, ya puestos a símiles, lo del barón andaluz evoca a aquella preciosa mujer de la inagotable Amarcord de Fellini, que, dejando caer su ropa, decía, erótica: "Signore principe, gradisca", es decir, "señor príncipe, lo que usted guste". A Ninola -así se llamaba- se la llamó para siempre la Gradisca, en un Rimini sometido. La invitación de Gradisca Moreno no lo es sólo al disfrute momentáneo, sino a traer riqueza. Pero los números, a la postre, son escasitos. Ruido y nueces.

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