“Andaluza y española, en Granada yo nací. Allí tuve mis amores, y es donde quiero morir”.

…. y así ha sido. Ha muerto Victoria Pérez García. Una mujer apasionada por la poesía, la copla y el cante. Sus hijas se enfrentan a una de las situaciones más difíciles que les podían ocurrir en la vida. La experiencia, ya por los años, me lleva a comprobar que es cierto lo que muchos expertos dicen sobre cómo las personas afrontan ese dolor: no existe una fórmula, cada uno lo hace con su forma de ver la vida.

Lo mucho que le enseñó a Carmen, a María Victoria, a Dori y a Toñi, sus hijas, son hoy mujeres de bien, que junto a sus maridos e hijos, afrontan la vida cada día con la esperanza de un día estar junto a ella. Confiemos en lo mejor de cada uno, armémonos de paciencia y de ese saludable dinamismo con el que empezó la humanidad en torno a la muerte: la esperanza.

La abuela Victoria, mujer abnegada en la vida. Entregada a su familia ha podido conocer a sus bisnietos: Arya, Paula y Darío. El destino une y separa. Sin embargo, ninguna fuerza es lo suficientemente grande como para hacernos olvidar que, por alguna razón, reinó la felicidad entre las cinco mujeres.

Las despedidas no son para siempre. Las despedidas no son el final. Simplemente quieren decir “Te echaremos de menos hasta que nos encontremos de nuevo”.

Nuestros recuerdos de ayer durarán toda la vida. Tomaremos lo mejor, y algún día descubriremos que estos fueron los mejores tiempos. Una persona no vale por el tiempo que dura, sino por la huella que deja.