Análisis

Francisco JaviEr perales palacios

Menos basura, por favor

Resulta descorazonador ver toda clase de residuos en los arcenes de algunas carreteras provinciales

A medida que el senderismo va ganando adeptos resulta esperanzador para la salud nacional ver seguidores solitarios o grupales recorriendo nuestra geografía, especialmente los fines de semana. Pero no es menos cierto que cuando parte del recorrido lo hacemos en particular por alguna carretera provincial ("peatón en carretera circule por la izquierda") y no se padecen problemas visuales graves, aunque sí una cierta sensibilidad ambiental, resulta descorazonador ver los arcenes repletos de toda clase de residuos: latas de bebidas, botellas de plástico y de cristal, mascarillas, papeles, envases varios... Cabe preguntarse entonces qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que esos comportamientos incívicos se repitan día tras día, ¿de qué les sirvió la enseñanza obligatoria y universal?, ¿qué ven y hacen en sus casas?, ¿valoraron alguna vez la estética y la higiene?, ¿qué pasa por sus cabezas cuando beben dentro del coche ("si bebes no conduzcas"), abren la ventanilla y arrojan los envases como si la tierra se los tragase sin dejar rastro?, ¿saben que lo que lanzan posee un valor ambiental y económico intrínseco?

Ahora, cuando comenzamos a verle las orejas al lobo con los límites de nuestro planeta en lo que respecta a la energía, las materias primas, el transporte, los microchips… seguimos viviendo al ritmo de una tarjeta black de crédito ilimitado, como si alguien anónimo pagara la fiesta.

¿Soluciones?, no podemos esperarlas de la esfera política. Ni Diputación, ni ayuntamientos ni Confederación Hidrográfica, en el caso de los márgenes fluviales, se ven impelidos. Pero las hay. En los orígenes de lo que fue el Plan de Empleo Rural (hoy Plan de Fomento del Empleo Agrario, cómo nos gusta cambiar los nombres de las cosas para simular que son nuevas) cuadrillas de desempleados limpiaban los arcenes como medida preventiva de los incendios forestales; ahora, cuando con 20 jornadas ("peonadas") capacitan para cobrar dicho subsidio, bien se podrían completar con otras de trabajos comunitarios como la recogida de residuos con los que los incívicos repueblan día tras día nuestra tierra. A los jóvenes que un fin de semana tras otro privan del sueño reparador a los sufridos vecinos y regalan trabajo a los servicios de limpieza, se les podría sancionar con este tipo de trabajos (dignos de una ejemplar sentencia del juez Calatayud); seguro que cuando en el futuro se vieran tentados de dejar su estela de suciedad e inmundicia se lo pensarían dos veces. Los propios colegios podrían organizar, con las medidas de seguridad convenientes, este tipo de salidas extraescolares; aparte de la labor de concienciación que supondría, les serviría para poner en práctica la clasificación de la materia, contenido del currículo de Ciencias de la Naturaleza, y quizás llamar la atención de sus progenitores si repitieran esa conducta vandálica.

Mientras tanto, la sociedad civil se mueve y emprende campañas de limpieza de entornos urbanos y rurales, como es el caso de la Asociación Relámpago Verde o de la de amigos del Pantano de Cubillas. En estos días recibo en el grupo de whatsapp creado al efecto un vendaval de orgullosos mensajes de esas pequeñas victorias contra el mal endémico que desde aquí denuncio: limpieza del entorno del Pantano de Cubillas, de la antigua Azulejera… reuniendo a gente de toda clase, edad y condición con un objetivo común, ojalá este virus sí se extienda sin control.

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