Análisis

Fátima Díaz FÁTIMA DÍAZ TORRES

La cantante edurneLa herencia maldita de la Casa de Medinaceli 'La princesa triste'

Un juicio en Sevilla enfrenta mañana a los herederos de Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, 'Mimi'

Los Alba, los Medinaceli y los Medina Sidonia. Son los nombres de los tres grandes clanes de la nobleza española, tres familias enfrentadas judicialmente tras el fallecimiento del cabeza de la casa debido a que los herederos no están de acuerdo con su testamento. Los herederos de Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, la duquesa (Mimi familiarmente) de Medinaceli, una de las aristócratas más relevantes del siglo XX, se verán las caras de nuevo mañana lunes en el Juzgado de Primera Instancia número 12 de Sevilla. Es un nuevo episodio de un conflicto que se remonta a 2013, año en que murió la duquesa de Medinaceli y se conoció el reparto de su herencia. El juicio enfrenta a cinco nietos de la difunta duquesa contra su tío, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, de 74 años, actual duque de Segorbe y único hijo vivo de la duquesa. El asunto, de entrada, parece complicado de dirimir, como sucedió con la herencia del marqués de Paul, con litigio de su viuda Bárbara Kalachnikoff incluido.

Antes de su fallecimiento, Mimi de Medinaceli eligió a su hijo como presidente de la Fundación Casa Ducal Medinaceli, puesto que Ignacio Medina Fernández de Córdoba aprovechó para decidir que todo el patrimonio familiar de su madre iba a gestionarse a través de dicha fundación, lo que dejó fuera del reparto a Victoria Hohenlohe (actual duquesa de Medinaceli y bisnieta de Victoria Eugenia), Rafael y Luis Medina (los hijos de Naty Abascal y nietos de de la duquesa) y Victoria y Casilda Medina (hijas del duque de Santisteban del Puerto).

Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con su tío por las buenas, a los descendientes de la duquesa de Medinaceli no les quedó otro remedio que tratar de recurrir a la Justicia, lo que llevó a Ignacio Medina Fernández de Córdoba a expulsar a sus sobrinos y sobrino-nietos de la Fundación, pese al deseo de su madre de que toda la familia formara parte de su organigrama, por deslealtad.

Mañana, en tan esperado juicio, Ignacio Medina Fernández de Córdoba defenderá el deseo de la duquesa de Medinaceli de que su patrimonio no se dispersase, mientras que sus nietos y bisnietos se agarran al testamento escrito por Victoria Eugenia en 2003 y ratificado en 2012 que les daba derecho a recibir la legítima.

El actual duque de Segorbe es el único hijo que queda vivo de los cuatro que tuvo la difunta duquesa de Medinaceli. Ya tuvo que pasar por un trago amargo cuando una ley aprobada en 2006 permitió a su sobrina-nieta, Victoria Hohenlohe-Langenburg, ser proclamada duquesa de Medinaceli en 2017 por ser la descendiente directa de la primogénita de su madre, su hermana Ana.

Victoria Hohenlohe-Langenburg, la duquesa de Medinaceli, nació en Marbella aunque reside en Alemania y encabeza la demanda a la que se han sumado los dos hijos de Naty Abascal, Rafa y Luis, así como Casilda y Victoria, las discretas herederas del duque de Santiesteban de las que no sabríamos si no fuera por este litigio.

DEJÓ claro, desde el primer momento, que no sería una princesa al uso y, una década después, sigue en esa misma línea. Charlene de Mónaco fue apodada por la prensa la 'princesa triste' y continúa dando sobradas razones para llevar este sobrenombre. En las celebraciones por el Día Nacional de Mónaco el viernes, la esposa de Alberto II de Mónaco brilló por su ausencia. Y su falta brilló desde el marco institucional hasta el personal tras ver a Jacques y Gabriella, sus mellizos de 6 años, portar en el balcón del Palacio Grimaldi unos carteles en los que habían escrito que echaban de menos a su "mami".

La salud mental de la princesa Charlene ha tomado el relevo al debate en torno a la crisis en el matrimonio real de Mónaco. Sea depresión, ansiedad u otra dolencia, la ex nadadora lleva años siendo diana de rumores y especulaciones, y todo apunta a que no ha podido con la presión mediática.

El príncipe Alberto, en una entrevista con la revista People, demanda a la prensa "intimidad" y "discreción" con su familia, separada desde hace seis meses por un tema de salud físico que ha acabado convirtiéndose en psicológico.

No es la primera vez que la sudafricana da muestras de no encontrarse bien. Hace un año, cuando apareció en un acto oficial con la mitad de la cabeza rapada, algunos vieron en este radical cambio de look una llamada de auxilio de una persona que no se encontraba bien anímicamente. No tuvo tanto que ver con el transgresor estilismo capilar como por su estatus de princesa; el puzzle no encajaba.

Su relación sentimental con Alberto de Mónaco tampoco ha encajado nunca. De las especulaciones sobre que había intentado fugarse del Principado días antes de su boda, a sus lágrimas tras el 'sí quiero', pasando por su auténtico lugar de residencia y la relación con los otros hijos de Alberto. La 'princesa triste' está más triste que nunca y ha roto en mil pedazos la leyenda del cuento de hadas de su amor con un príncipe, soberano para empeorar la situación.

"Charlene ha comprendido que necesita ayuda". Son palabras de su propio marido, pendiente más que nunca en estar junto a sus hijos en el mal trago que les está tocando vivir. Hasta los hermanos de la princesa que viven en el Principado, Sean y Gareth Wittstock, fueron partícipes de la decisión de la pareja de que la prioridad de ella tenía que ser ahora recuperarse emocionalmente. ¿Volverá algún día a ejercer como primera dama? Aún es pronto para saberlo. Entretanto Carolina y Estefanía se reparten sus obligaciones por agenda, Charlene descansa, sobre todo de maledicencias.

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