Este miércoles celebramos en la Facultad de Turismo y Finanzas de la Universidad de Sevilla una jornada sobre el futuro del dinero y la banca. Los ponentes que me acompañaron en la Mesa fueron Carlos Arenillas, ex vicepresidente de la CNMV; Ignacio Ozcáriz, CEO en Grupo RFintech Plc, y el catedrático de Economía Aplicada, Juan Torres. Además, contamos con Jesús Manuel Utrilla, coorganizador del evento y presidente de Dinero Positivo, la rama española de una estructura internacional que lleva años reivindicando que el sector público recupere el poder de creación de dinero que ha ido acaparando cada vez más la banca.

La primera cuestión que abordamos pretendía dejar claro el punto en el que nos encontramos. Hemos pasado la mayor crisis de la Historia, hace unos meses se conmemoraba los 10 años de la quiebra de Lehman Brothers, ¿pero hemos superado el peligro de caer en otra crisis financiera? Repasamos causas, consecuencias, las reformas propuestas y las finalmente realizadas. La conclusión unánime es que la banca es ahora más sólida, pero no se han cambiado sus fundamentos absolutamente en nada: sigue asentada en el barro de la inestabilidad y los privilegios, sólo se le han puesto puntales -mayormente públicos- para conseguir que no se desmorone.

La situación, por otra parte, incluso se ha complicado por la revolución tecnológica, que está impactando de lleno en el mundo de las finanzas. Nos referimos a la imparable desaparición del dinero en efectivo en favor de los pagos digitales. Actualmente, los billetes y monedas en circulación ascienden sólo a 1,1 billones de euros, frente a los 17,5 billones de euros depositados en instituciones bancarias. Así, la creación de dinero está quedando completamente en poder de la banca, porque ellos son los que generan los depósitos al prestar dinero y porque además están desde el sector público garantizados.

Esta tendencia está siendo motivo de preocupación para los bancos centrales. Por ello, abordamos también la solución que vienen barajando: la emisión de dinero digital soberano; esto es, que podamos mantener tanto los particulares y las empresas nuestros depósitos directamente en el banco central y no en la banca. ¿Cuál sería entonces el papel del sistema bancario? La banca quedaría despojada del poder de crear dinero, que debe ser una función del Estado, y sería sólo financiadora de la economía real, función que sí debe desarrollarse desde el ámbito privado. El seguro de depósitos ya no tendría sentido. No habría temor a los bancos too big to fail. Se eliminaría tantísima regulación y tanto personal que requiere gestionarla. Y también estaría controlada el nivel de deuda.

La solución parece maravillosa, ¿pero qué problemas conllevaría que la decisión estuviera concentrada en un comité de banqueros centrales y no como ahora descentralizada?, ¿cómo podría llevarse a cabo la transición de un sistema a otro cuando se ha construido el Estado del bienestar sobre una montaña de deuda?, ¿estamos obligados a una huida hacia adelante? El debate, por tanto, está abierto. Mientras, la deuda del mundo sigue subiendo: ya supera los 244 billones de dólares, el 318% del PBI global.

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