Análisis

PANDEMIA Manuel barea 19

A qué incita el virus

Me llega la onda de que la entrada de este diario titulada La melopea será como la pandemia: global es una incitación al alcoholismo. Viendo la vida tal cual es -sobre todo en esta primavera negra- y los numerosos motivos que ofrece a diario para abismarse aferrado al frasco, me parece que se le concede a ese escueto texto -del mismo tamaño que éste- publicado en un periódico de provincias una influencia desorbitada. Si alguien decidió ponerse a beber como un cosaco tras su lectura me temo que no hizo más que intentar justificarse a sí mismo, intentando olvidar o esconder otra circunstancia, desde sonrojante a imponderable, y endiñando al autor la responsabilidad, cuando no la culpa, de la curda ajena. Quizá hubiesen preferido estos voluntarios del Ejército de Salvación que en este diario se convocase para cuando acabe la maldición del Covid-19 un Tedeum o una Vigilia Nocturna o una Procesión Magna o un Desfile de la Victoria o una Manifestación Multitudinaria o una Asamblea Cósmica. Cada cual es libre de celebrar la derrota del bicho (cuando ocurra, y esperemos que cuanto antes) como le plazca. El diarista insiste en su opción: La melopea será como la pandemia: global. Nadie está obligado. La entrada es libre y no hay límite de aforo. Incluso está permitido el acceso de abstemios, aunque sea sólo para mirar, o igual se arrancan.

Muchos llevan la inquisición grabada a sangre y fuego. Cualquier forma de vida distinta a la suya no merece ser vivida o -esto puede parecer una exageración- al menos no ser tenida en cuenta o ni siquiera oída. Les entablillaron un día el dedo acusador y desde entonces van con el índice tieso señalando a todo el que difiere de ellos. Eso sí, la dureza de sus postulados contrasta con su finísima piel, tan propensa a lucir moratones debido al roce, la palmetada o el pellizco más liviano (aunque para ellos todo es un puñetazo). Alguno de éstos también recusó al diarista por su excesiva querencia al Sector Priva -así aquí llamado-, olvidando otros que también están sufriendo, como por ejemplo el del comercio, el de la construcción y, es de suponer, el del calzado y el de los chapeos. Pero el diarista sólo desea que esto acabe cuanto antes y celebrarlo. Y celebrarlo por todo lo alto, sí, con una buena juma, brindando también por la vuelta a la normalidad con las menos secuelas posibles -las últimas cifras del paro son escalofriantes- y aunque la recuperación nos lleve más un lustro, de los comercios -cuanto más pequeños más alegría-, de las fábricas de zapatos y de los artesanos de sombreros. Y de los periódicos.

¿Que hay quien prefiere no celebrar nada? Perfecto. Lo mejor que tiene un guateque es que la asistencia no es obligatoria, al contrario de otros actos bastante más tristes, aburridos y deprimentes a los que sí nos han hecho asistir en más de una ocasión. Aquí nadie incita a nada. Los siesos mejor se quedan en casa. Estos días están teniendo un buen aprendizaje.

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