Análisis

Tacho Rufino

Por sus obras los conoceréis

Las infraestructuras no pueden supeditarse al mercadeo de un sistema político fragmentado que pervierte los PresupuestosLa ministra de Obras Públicas declara de entrada su adscripción al terruño, Cataluña

Primero de carrera es un curso iniciático. En ese periodo escolar de descubrimiento, las orejas y el alma están abiertas de par en par, y algunas anécdotas pueden constituirse en referentes de tu memoria. Recuerdo a un profesor asociado que dijo en clase, para nuestro pasmo, que él había llegado a director de no recuerdo qué institución "por cateto", adjetivo tabú pero entendible. Tardé en digerir tamaña declaración de humildad, porque los que estábamos en aquella aula -donde fumaba hasta el borrador- creíamos estar llamados a convertirnos en algo más que un cateto que prospera. Que aquel señor enunciara la teoría del tonto útil de forma tan descarnada ha sido, a la postre, más verdad para mí que la mismísima ley de la oferta y la demanda. La vida está hecha de pequeñas grandes verdades, más que de leyes y modelos.

No creo que ese profesor llegara a ministro, ni que fuera nada parecido a un tonto, pero ministros insospechados ha habido en cada gabinete desde que Franco lo dejara todo tan atado como por atar. Mediocres posicionados, fichajes cosméticos, cuotas de partido y pacto. Uno salvaría casi en pleno a aquellos gabinetes de Felipe González hechos de funcionarios de alto nivel, una aristocracia roja -por así decir- digna de mención y hasta de nostalgia. Antes, la UCD tuvo a Sancho Rof, que atribuyó a un bichito la muerte y condena en vida de miles de personas por el aceite de colza adulterado con que hicieron negocio cuarenta criminales. No fue culpa de Sancho, claro: sólo resultó inútil y mendaz. Acebes, Aído, el general Rodríguez y algunos más forman parte de una historia ministerial de dudosa eficacia. Que cada uno haga su taxonomía de ministros inexplicables, de asombrosos máximos responsables con responsabilidades de gran alcance. En el bestiario de altos cargos tampoco faltan casos de la empresa privada: no siempre vale quien llega, sino quien sirve. La condición necesaria no es suficiente. Por sus obras los conoceréis.

La semana pasada, el Gobierno de España ha sido reestructurado. La presión exterior promueve a Nadia Calviño, la ecónoma (aunque a las primeras de cambio no quiera reconocer que en Cuba rige una dictadura, a ver si al socio le va a incomodar la verdad). Ministros como Castells, Garzón o Irene Montero siguen en sus cargos por algo tan lejano al mérito como es el canje de cuotas para soportar la legislatura: pleitesías democráticas. Ahora, una nueva ministra promete incompetencia, si tenemos por competencia a la capacidad de estar a la altura de del cargo, de gestionar los objetivos con los presupuestos y medios públicos disponibles. El algo tenebroso Ábalos ha sido relevado en el ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (llámenlo de Fomento o de Obras Públicas) por la hasta ahora alcaldesa de Gavá, que, emocionada, declaró: "Es un honor inmenso, increíble, trabajar por mi país, por España, por Cataluña, por mi ciudad. Y puedo decir que todo lo bueno para España es bueno para Cataluña".

Suerte y tino, ministra; su encomienda es ahora de rango nacional. No postergue a ningún territorio, no haga de su cargo cosa de amores catetos, no se preste al chantaje. Unos u otros aspiramos a trenes rápidos y de cercanías, carreteras y puentes decentes y otras cosas de andar por casa... desplazarse por la casa común. El terruño, para la alcaldía o el Parlament. Lo preocupante en este caso es la politización y el mercadeo en el reparto de inversiones entre autonomías, la tentación irresponsable de primar a las que son objeto de concordia -aunque no quieran concordar con el Estado- y postergar a otras que no tienen tanta fuerza en la perversa ecuación que vincula el llorar y el mamar. Esté usted a la altura de su juramento o promesa.

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