La tele está plagada de un tiempo a esta parte, que ya son varios años, de concursos de cantantes.

Los productores de esos programas deben saber perfectamente, a la vista de los resultados, que a ninguno de esos participantes, de esos finalistas, o incluso de esos ganadores, les espera un futuro en la música, me refiero a un futuro cierto para vivir de cantar y de vender discos.

Si se trata de conformarse con dar tumbos de un lado a otro después de unos minutos de gloria televisivos, hay sitio para todos: en meriendas familiares, verbenas de su pueblo, velás de barrio, ferias, televisiones locales, radios municipales, festivales benéficos (de esos está sobradísima la cosa)… Pero si la aspiración es llegar a ser estrellas del firmamento musical, muchos son los llamados por sí mismos y sus amiguetes, pero pocos, poquísimos, los elegidos por el gran público.

Hace ya décadas que no queda espacio para la originalidad, porque hubo una generación de artistas gigantescos que arramplaron con todo aquello que se llamó el estilo propio. Raphael por ejemplo se encargó de no dejar libre ni un centímetro de escenario por el que no se hubiera movido él. Lola Flores se llevó con ella todos los posibles revuelos del temperamento. Y Rocío Jurado sus tres o cuatro o cinco gargantas en una.

Hubo un tiempo en el que nadie se parecía a nadie, al contrario que ahora, cuando todos se parecen a todos, por no decir que vienen a ser iguales. Antes te creías que estabas viendo a auténticos artistas, porque lo que tenías delante de los ojos, en la tele o en directo, era a Tom Jones, Sinatra o Serrat. Pero en la tele de ahora no ves más que a hijos de vecinos soñando con lo imposible y convencidos de mentiras humanas como esa de que "querer es poder". Se les hace urgente saber cuanto antes que querer es valer.

Julio Iglesias, que como comprenderán de esto de cantar sabe mucho, dice que no para de pasar gente nueva, pero que al final no se queda nadie. Claro. Las televisiones lo saben de antemano, pero ¿quién se atrevería a perder su nómina por decir la verdad?, ¿quién sería capaz de no seguir este guión de falsas ilusiones a costa de perder su caché como jurado, sobre todo ahora que no pueden hacer ni conciertos? ¡Pues anda que no se cobra nada girando un sillón!

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