Análisis

alejandro morales

Que me pongan a Dino Baggio

En el 98 mi amigo Juanma se estaba muriendo mientras goleábamos a Bulgaria

Cuando mi abuelo Mariano había perdido la batalla definitivamente contra el Alzheimer yo solo encontré a mi alcance una manera de ayudarle. Una de sus obsesiones recurrentes, pese a estar en la casa en la que vivió casi toda su vida, era 'ir a la casa'. Yo lo metía en el coche y le decía: "abuelo, vamos, que te voy a llevar a la casa"; salíamos del pueblo, lo rodeábamos y volvíamos a entrar. Cuando divisaba a lo lejos la casa de la que habíamos partido apenas 15 minutos antes y yo le decía, entusiasmado, "mírala, abuelo, ya estamos llegando", juro que la paz, a veces incluso la sonrisa, regresaban a aquel rostro que, aun siéndolo, ya no era el de mi abuelo. Su recuerdo, su tesoro, era el de los años felices en aquella casa, que fueron muchos. Y lo tenía nítido, fijado. Incorruptible. Supongo que cuando uno pasa por ese trance, esos destellos en flashback son lo único que te mantiene vivo.

Yo también tengo recuerdos de esa casa, que ya no existe. Repasando estos días los archivos almacenados en mi cabeza, me fui a la carpeta recuerdos mundialistas y descubrí que justo en el salón de aquel caserón tan fresquito en verano viví el primero de ellos. El primero, maldita sea, el primero de muchísimos y lo tengo marcado en el seso como los gauchos marcan a sus reses. Fue la madrugada de Querétaro, en México 86. Aquel chorreo de España a Dinamarca, con el Buitre en modo Dios. Eso y la tanda de penales ante la Bélgica de Ceulemans. Aprendí a odiar con 7 años en la figura de Eloy Olalla, vive Dios.

Luego vendría Italia 90, que ese sí me lo jamé con todas las de la ley. Durante aquel verano incipiente me achicharré en la piscina municipal. Tanto, que 28 años después miro con recelo cada una de las pecas que sustituyeron a las ampollas de aquella tarde. Para colmo, un par de días antes Stojkovic había quitado las telarañas a la portería de Zubi. La pifia de Salinas en el 94 me pilló en casa de mis tíos. Cuando le rompieron la nariz a Luis Enrique yo le rompí la radio a mi tío Pepe. Jamás se la pagué. Nunca en mi vida he estado tan triste por culpa de un partido. En el 98 mi amigo Juanma se estaba muriendo mientras España goleaba inútilmente a Bulgaria. No se murió al final, pero vaya susto feo nos dio.

En el 2002 lo pasé como un enano viendo el Vía Digital, en plena vida universitaria, con mis queridos Árbol y López. Los lamparones de Camacho, el robo de Al Ghandour… En 2006 me fui a Alemania para ver a Juanito, el del Betis, marcar de cabeza ante Arabia. ¡Vaya estadio guapo el de Kaiserslautern! En 2010, la madre que me parió, todos quisimos a Iniesta en 2010. Y en el 14… bueno del 14 sólo recuerdo el 'Brasil, decime qué se siente' .

Aquellos que me conocen bien saben que la memoria, precisamente, no es mi fuerte. Pero el fútbol sí que es fuerte. El mundial de fútbol lo es. Ojalá nunca me las vea como se las vio mi abuelo, pero por si llegara el caso, hágase saber que me han de poner el video de cualquier partido mundialista de España, por frustrante que fuera. Que me pongan a Sandor Puhl con casaca medio rosa. O el gol de Goikoetxea a Alemania desde aquel lugar inverosímil. O a Zubi liándola. Que me pongan a Dino Baggio llevándome casi al llanto. Será mi particular forma, como la de mi abuelo, de regresar a casa. De recuperar la paz, aunque sólo sea unos segundos.

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