Análisis

Andrés Cárdenas

Su risa en tono renacentista

Hay noticias que te llegan a las entrañas como un dardo que se clava justo en el centro de la diana en la que tienes los sentimientos. Así me ha llegado la noticia de la muerte de Diego Martínez. Después de la impresión que te causa la mala nueva, siempre tratas de recordar la última vez que hablaste con ese amigo que acabas de perder. Fue hace un par de meses en Úbeda, desde donde evoco su rostro de aspecto papal y de buena persona que se resiste a la inactividad y al desaliento. Estuvimos hablando de todo un poco. De sus viajes constantes entre Úbeda y Granada, de sus recuerdos en el Archivo Manuel de Falla, de la Asociación de Amigos del Festival de Música de Granada que él creó junto con Javier de Teresa y de cuya directiva formó parte, de lo que tenía previsto para la próxima edición de su festival ubetense, de futuros encuentros -cuando pase esta pesadilla de pandemia- para hablar de un libro que planeábamos…

Siempre estaba lleno de planes, de obsesiones felices y de risas. Con él nunca sacaba a relucir el tema de su destitución como director del festival granadino porque sabía que le dolía recordar esa injusticia. Yo siempre he creído que aquellos que lo quitaron del festival se habían equivocado en prescindir de tanta cultura musical, de tantos conocimientos y de tanta ilusión a la hora de acometer un proyecto. También se equivocaron en las formas: ni siquiera le avisaron de que lo iban a destituir. Pero la política en este país siempre ha vencido a la educación y a la cultura. Además, él había pasado página a esa eventualidad en su vida y creíamos que no era necesario recordarlo. En aquella charla nos pusimos al día de nuestras vidas y de nuestras inquietudes. Y, como siempre, nos emplazamos para otra vez.

Con la muerte de Diego Martínez se me va el placer de una buena charla en torno a una cerveza, se me va el sonido de esa risa suya que resonaba en tono de monumento renacentista, tantas historias contadas en las largas sobremesas, tantas iniciativas que su mente atesoraba con el toque de ese optimismo que siempre le acompañaba… Porque eso sí, Diego era una mezcla de narrador nato y enciclopedia musical andante. Diego tenía solo 57 años. Y tantas, tantas vidas…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios