Ha sido el mejor Rey de España en siglos, capitaneó el camino a la democracia, comprendió que esa transición debía ser corta y con la participación de todos los partidos, incluido el comunista. Fue el principal impulsor de la nueva España en el escenario internacional, apoyó sin fisuras a los distintos gobiernos, porque habían sido elegidos por los españoles, pero Felipe VI ha hecho lo que debía: romper con don Juan Carlos. Con su padre, con el Rey que hizo un gran servicio a España.

La Casa del Rey, en un durísimo comunicado, anunció que don Felipe renuncia a la herencia de su padre y que le retira la asignación de los Presupuestos de la Casa Real. Una ruptura total, irreversible, que provoca un profundo dolor en padre e hijo, probablemente más en don Felipe, obligado a dar el paso. La situación era insostenible a la vista de las informaciones: don Juan Carlos había creado una sociedad offshore con 100 millones de dólares que supuestamente le había donado el rey saudí hace 20 años; aunque Corinna Larsen -amiga entrañable, amante, compañera- asegura que es la comisión que recibió don Juan Carlos por comisiones del AVE a La Meca.

Cuando aparecieron los primeros datos hace año y medio, don Felipe acudió a un notario para que constara su renuncia a cualquier tipo de herencia de su padre. El Rey ha antepuesto la defensa de la Corona a cualesquiera otros intereses. Es lo que tenía que hacer, a pesar del inmenso coste afectivo.

Las investigaciones continúan. No es lo mismo una donación que una comisión, lo primero sí es delito; pero es necesario aclarar si en caso de que exista esa cuenta con movimientos entre Panamá y Suiza y la transferencia de 65 millones de dólares a Larsen puede haber blanqueo o delito fiscal. Es innegable que era inviolable o inmune durante su mandato como Jefe de Estado, pero nada dice la ley cuando deja de serlo. Es una penosa noticia. Por la caída de un hombre al que debe mucho España... y que queda desdibujado por decisiones personales inadmisibles.