Análisis

josé Martínez Olmos

La sanidad pública hoy

La sociedad debe mucho al trabajo callado e invisible de los profesionales

Uno de los objetivos más importantes del sistema sanitario público se refiere a la protección y al fomento de la salud de la comunidad. Debe su importancia al hecho de que la eficacia de las acciones de promoción, de prevención y de protección permiten mejorar la salud y prevenir enfermedades y, eso, es algo intrínsecamente positivo.

Pero, además, dado que la promoción y la protección de la salud tienen un enfoque poblacional y consiguen evitar la aparición de enfermedades o la propagación de las mismas, aportan a la sociedad un enorme valor añadido en términos de calidad de vida, cohesión social o normalidad en la actividad social y eximio del conjunto de la sociedad.

En España, la Constitución española establece en el artículo 43 el reconocimiento del derecho a la protección de la salud a todos los españoles. Es a partir de la puesta en marcha y desarrolllo del nuevo Sistema Nacional de Salud basado en la Constitución de 1978 cuando los servicios de salud pública y de protección de la salud reciben un impulso y un fortalecimiento, que ha permitido que se realice un trabajo (casi siempre invisible) cuyas consecuencias han sido una enorme contribución a la mejora de la salud de la población en aquellas enfermedades suceptibles de prevención y protección general. Vigilancia epidemiológica, seguridad alimentaria, salud ambiental, protección con el impulso de programas poblacionales de vacunación general o desarrollo de programas de cribado general de patologías susceptibles de prevención o de intervención precoz, son algunos de los ámbitos de acción de la salud pública, trabajando sobre los factores determinantes de la salud de las poblaciones.

La salud pública incorpora a sus acciones equipos multidisciplinares con médicos, farmacéuticos, enfermeras, veterinarios y otros muchos profesionales capaces de detectar riesgos o de aportar soluciones a brotes epidémicos.

En estos momentos, inmersos en el proceso de intervención por la alerta sanitaria internacional causada por el nuevo coronavirus, son los servicios de salud pública, los epidemiólogos y resto de profesionales quienes lideran los análisis y las recomendaciones de acción. Son visibles en situaciones como esta (gripe aviar, vacas locas, gripe A, listeriosis, Ebola o ahora coronavirus) que en los últimos años están más frecuentes en la vida de las sociedades globales.

Pero la sanidad pública es mucho más conocida por las actividades asistenciales en los quirófanos o en las consultas, por la aparición de nuevas técnicas y procedimientos o por el descubrimiento de nuevos fármacos. Ámbitos de los que nos beneficiamos todos si el sistema sanitario público es universal, gratuito y equitativo como pasa en España.

Pero, como vemos ahora con la alerta por el coronavirus, la sanidad pública y la sociedad deben mucho al trabajo callado y muchas veces invisible de tantos profesionales que trabajan en los servicios de promoción, prevención y protección de la salud, que usan de manera cotidiana sus conocimientos científicos y sus procedimientos reglados en actividades programadas y sistemáticas de inspección y vigilancia. Estos servicios están algo debilitados por los recortes aplicados en la crisis económica. Invertir en profesionales y medios de salud publica, reconocer su aportación y potenciar sus unidades es necesario. Y sería inteligente para beneficiar la salud de la población y la economía de la sociedad.

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