Tormenta política y cambio de marea
Toreros de plata
Ya lo decía don Manuel Machado: “Más que un poeta, mi deseo primero hubiera sido ser un buen banderillero”.
Banderilleros, toreros de la transición siempre entre la vara y el estoque. A la sombra del matador de turno, fieles guardianes de las feroces embestidas. Alegres salvadores del colorido de cualquier tarde.
Suena clarines y timbales. Segundo acto, segundo tercio. Tocan a banderillas. Es muy jugoso este tercio. Veamos, tiene dos vertientes: por un lado, está la lidia con el capote, por otro, lo que es propiamente la suerte de colocar banderillas (también denominadas garapullos, rehiletes, avivadores y, aunque ya no quedan subalternos castizos, le llamaron, las frías). En este acto, los hombres de plata tienen un especial protagonismo, ya que intervienen los tres subalternos de a pie de la cuadrilla. Así, el denominado tercero coloca los segundos pares de cada toro; los otros dos toreros se alternan, lidiando un toro uno y banderilleando el otro.
Antiguamente el capote y la muleta eran tan solo los elementos auxiliares que servían solo para ayudar, cuadrar y poner en suerte al toro en el caballo, en las banderillas y frente a la espada. En este tercio de la lidia en el que se analiza la embestida del morlaco y son precisamente los banderilleros, con los palos y con la brega, quienes muestran a su matador cómo humilla el toro en suerte, marcan su recorrido, y, lo más importante, las posibilidades de juego por ambos pitones. Deben una parte a la técnica y otra, no menos grande, al genio, a la inspiración.
A la hora de poner banderillas, su arte consiste en cuadrarse con el toro, conocer sus querencias, levantar los brazos siempre juntos, asomarse “al balcón”, clavando los arpones en el cerviguillo, en la misma cruz del toro, justo en el centro del hoyo de las agujas. La finalidad de este segundo tercio, sin castigo, sin quebrar al toro, sin enseñarlo, es la de alegrarlo ya que se ha quedado congestionado y amorcillado tras la suerte de varas.
Para el matador es más valioso un subalterno con maestría en esta suerte que en la de colocar las banderillas. Sin lugar a dudas estamos en una edad de oro en lo que a los hombres de plata se refiere. Son ya bastantes banderilleros que son matadores de alternativa y que cambiaron el oro por la plata. Cuajados de honor y con lágrimas de entusiasmo gustaremos la emoción de ese heroico poema… ”más que un poeta…”.
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