RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez Azaústre

'Abertzales' indignados

SEGURAMENTE hay mucha gente que no entiende lo que está ocurriendo en España en las últimas semanas. Quizá de ahí surge la necesidad de criminalizarlo: cuando no podemos comprender algo, nada mejor que adscribirlo a unas estructuras anteriores que simplifican algo tan aparentemente ambiguo como una marcha pacífica mantenida a lo largo de varios días y noches, y además en muchas ciudades. En realidad, no es nada nuevo: ni la necesidad de entender, ni la respuesta rápida de la criminalización. Lo hemos visto estos días, con la asimilación, por parte de varios titulares de prensa, del movimiento de los indignados como parte de los abertzales que impidieron la detención en suelo francés de Aurora Martín. El titular, más o menos, era algo así como "los indignados batasunos" o "los indignados de la Batasuna francesa", o similar, con lo que el mensaje estaba claro: por fin lo hemos descubierto, ahora constatamos muy a ciencia cierta lo que antes presentíamos, que todos estos chicos no podían estar tramando nada bueno, que en realidad son terroristas, una nueva kale borroka disfrazada de protesta ciudadana, se han desenmascarado, lo hemos visto en Francia, pero ya lo sabíamos.

Esto sí se puede comprender, y además deja la conciencia del posible lector bastante más calmada. No es lo mismo pensar que varias decenas de miles de muchachos, pero no tan muchachos, sino también hombres y mujeres, y viejos y hasta niños, han salido a la calle en plan festivo para denunciar la impunidad política en la gestión nefasta de los intereses públicos, que descubrir que todo se trata de una operación criminal encubierta. La diferencia está clara: el primer mensaje nos causa desazón como mínimo, pero el segundo nos deja tranquilos. Porque, para solucionar el conflicto que plantea ese primer mensaje, se hace necesario sanear todo nuestro sistema democrático, lo que se vuelve arduo y muy difícil, y además muy incómodo para las estructuras del poder; sin embargo, para afrontar el segundo, se les envía a todos a la cárcel y en paz. Es la diferencia entre titular "abertzales indignados" y decir la verdad.

Pero claro, informar, como opinar, casi nunca es una labor tranquilizadora. Es a menudo inquietante y casi siempre incómoda. Lo cómodo sería relajar la conciencia general criminalizando al 15-M. Ya lo están intentando, y cada vez más directamente. Pero tiremos de sentido común: la jugada, en realidad, es tan burda -y absurda- como tratar de criminalizar a todos los aficionados de fútbol cada vez que unos cuantos, enloquecidos por un triunfo como el de la selección sub 21, se dedican a destrozar escaparates y quemar contenedores. Nadie medianamente inteligente entiende que sean toda la afición. Pues eso es lo que se intenta, ahora, conseguir con los indignados: criminalizarlos, para así digerirlos, aunque sea falsamente, y no tener que pensar en ellos demasiado.

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