la tribuna

José Antonio Pérez Tapias

Abrir puertas y ventanas

LAS organizaciones tienden a ser conservadoras de sí mismas. Por ello se resisten a reaccionar adecuadamente ante las derrotas. Cuesta mirar la realidad de frente. La asimilación de los intereses de la organización a los de su élite dirigente propicia, de la mano de explicaciones autojustificatorias, que se pongan en marcha mecanismos de encubrimiento. Incluso se alimenta una "falsa conciencia" productora de ilusiones ajenas a la tozudez de los hechos. A esas patologías, que por lo que se refiere a los partidos políticos se conocen desde los tiempos de Robert Michels y Georg Lukàcs (es relevante a este respecto su Historia y consciencia de clase), se suma una fuerte pulsión de repetición, la cual, como señala Elías Canetti en Masa y poder, es contraria a la apertura desde la que toda organización ha de construir su futuro. Dicha pulsión, si recurrimos a categorías freudianas, tiene mucho de instinto de muerte. En sus momentos críticos las organizaciones o son capaces de aprender de la experiencia o entran en dinámicas suicidas que llevan a la irrelevancia o a la desaparición.

No es cuestión de acentuar el tremendismo tras la severa derrota padecida por el PSOE en las elecciones generales, pero sí es pertinente no sólo hacer una reflexión sobre los resultados y sus causas, sino también sobre el partido como organización, máxime si se constatan pautas que responden a tics conservadores que forman un síndrome patológico. Ciertamente hay motivos para preocuparse desde dentro del partido, y también desde fuera en el caso de aquellos a quienes interese su futuro. Son alarmantes ciertos síntomas de deriva hacia un repliegue del PSOE sobre sí mismo, en perniciosa búsqueda de seguridad, aferrándose a soluciones y liderazgos del pasado y, en ese sentido, dando cabida a esa pulsión de repetición antes señalada. Atenerse a lo conocido porque en su momento fue bien, enrocarse en estructuras viciadas, no salir del apego a fórmulas gastadas, son modos de una lógica conservadora que no augura nada bueno para una fuerza política que quiere presentarse como partido de reformas y conquistas sociales, transformador de la realidad y cauce político para objetivos de emancipación individual y colectiva. Será, pues, crucial que la militancia socialista, en el Congreso ya convocado, tenga coraje para dejar atrás antiguas querencias que pueden corroer las estructuras de una organización que se dice progresista.

Avanzar hacia alternativas de liderazgo y de organización en clave de futuro no es creíble, por otra parte, si los mensajes políticos no se renuevan. Para ello no basta un reciclado de viejas fórmulas. Hace falta entrar en un proceso serio de reconstrucción del proyecto socialista, partiendo del análisis autocrítico de la tarea llevada a cabo, asumiéndola en lo positivo así como en lo valorado como desacertado o negativo, aun en medio de la crisis brutal en que estamos. Se trata de afrontar las contradicciones en que hemos incurrido, ésas que han restado credibilidad y han hecho imposible para muchos depositar en el PSOE la confianza que implica un voto democrático. Sólo desde ese autoanálisis, sin masoquismo pero con rigor, se podrá penetrar en las fuertes contradicciones de la realidad que nos rodea, las que se presentan entre capitalismo y democracia, entre lógica económica imperante y requerimientos en cuanto a sostenibilidad, entre apertura cosmopolita en un mundo global y reflujos nacionalistas o identitarios. No se puede rearticular un discurso socialdemócrata sin generar alternativas desde el estudio en profundidad de una realidad muy compleja que nada pone fácil. Ha de formar parte de esa recuperación del discurso, en el caso del PSOE, la reformulación de lo que ha de ser el proyecto europeo y el encauzamiento de la complejidad política de nuestra España plural.

Hacer todo eso en puertas de otra cita electoral, la que está pendiente en Andalucía, refuerza los motivos para poner todo el empeño, siendo dificultad añadida el acortamiento de un proceso que hubiera necesitado plazos más dilatados. Las apreturas del calendario no han de ser óbice para un debate intenso, libre y participativo. No cabe planteárselo desde temerosas llamadas a cerrar filas. Por el contrario, la clave esta en abrir puertas y ventanas de una organización a la que urge que aire nuevo recorra sus estancias y que nada impida que dentro se oiga todo lo que se dice fuera por parte de ciudadanos en unos casos indignados, desconcertados, escépticos, hasta aburridos, y en otros todavía identificados con lo que significa el PSOE aun en trances como el que estamos viviendo. Hay que recoger, en definitiva, el amargo mensaje de una derrota y transformarlo en propuesta creíble donde brille un destello de esperanza.

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