Punto de vista

José Ramón del Río

jdel35@hotmail.com

Académicos de Buenas Letras

Asistir al discurso de Pablo Gutiérrez-Alviz era una ocasión para el disfrute y el aprendizaje

El pasado domingo era recibido como académico en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, el notario Pablo Gutiérrez-Alviz. Antes de su destino actual en Sevilla, estuvo en Cádiz varios años y allí hicimos una buena amistad que perdura. Invitado al acto de recepción, me apresuré a aceptar, no solo por cubrir un deber de amistad, sino porque, por haber asistido a otras disertaciones de Pablo, sabía que era una ocasión para el disfrute y el aprendizaje, por su solvencia intelectual, que adorna con un sentido del humor, donde la ironía con que trata las cosas serias, sin envilecerlas, es su gran cualidad. Ya el título de su discurso de ingreso en la Academia sevillana, era para mí más que prometedor, porque se trataba del "lenguaje jurídico sucesorio como fuente literaria". En el año 2017, en estas mismas páginas, escribí un artículo de opinión titulado Notarios escritores, una reflexión personal que precisamente me hacía y trasladaba a mis presuntos lectores de los periódicos que edita el Grupo Joly, como comentario a la presentación que el mismo Pablo Gutiérrez-Alviz hacía de su tercera obra, titulada La soldada rasa y en el que yo escribía que hasta hacía poco eran los médicos los profesionales que más se dedicaban a la literatura (recuerden a Mateo Alemán, Pio Baroja, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, etc.) Pero ahora les imitan también los profesionales del Derecho, que tienen clara ventaja, porque si los prospectos de las medicinas no enseñan a escribir bien, los abogados tenemos el modelo incomparable del castellano en el que se redactó originalmente (esto es, sin las enmiendas posteriores) el Código Civil de 1889. Merece siempre la pena la visita a Sevilla y el paseo desde la Catedral hasta la calle Abades, en cuyo nº 13 tiene su sede la Academia de Buenas Letras, que comparte con la de Bellas Artes. El edificio renacentista, conocido como Casa de los Pinelo, data del primer tercio del Siglo XVI y fue donado al cabildo catedralicio por Diego Pinelo. Esta Real Academia se funda en honra y provecho de las letras patrias, para ilustrar la historia de Sevilla y de la región andaluza. Su nómina actual es de 30 académicos, presididos por el arabista Rafael Valencia. El ingenioso y ocurrente discurso de Pablo es imposible que, en este espacio, yo lo pueda resumir, ni siquiera brevemente. Toma el lenguaje jurídico sucesorio, o sea los preceptos del Código Civil como fuente y saca de ellos el máximo jugo literario, dejando, de momento a un lado, lo que el Reglamento notarial le exige a los notarios, que es la propiedad en el lenguaje y la severidad en las formas.

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