ÁNGEL Acebes, el ministro del Interior que atribuyó a ETA la autoría de los atentados del 11-M y dirigió las investigaciones policiales que permitieron detener a sus autores islamistas, anunció ayer a Mariano Rajoy que no piensa continuar como secretario general del Partido Popular tras el congreso de junio. Hace una semana Eduardo Zaplana, que ya había dimitido como portavoz parlamentario, abandonó también su escaño en el Congreso por un puesto de alta dirección en Telefónica. Con la marcha de ambos, en la que no puede dejar de verse un trasfondo de malestar con el nuevo rumbo de Rajoy, el PP entra en una nueva etapa. Acebes y Zaplana formaban parte, junto al propio Mariano Rajoy, del núcleo duro de la dirección del PP heredado de la era Aznar, que ha mantenido la estrategia de la crispación durante la legislatura anterior, a la postre desautorizada por los ciudadanos en las urnas el 9-M. Rajoy ha dado muestras de que quiere rodearse de un equipo dirigente nuevo, compuesto por militantes más jóvenes y completamente leales a su persona, lo que ha producido un fuerte malestar en la vieja guardia. Probablemente el presidente del PP no tiene más remedio que impulsar esta renovación para afrontar el que sería su tercer intento de ganar unas elecciones generales con un mensaje más moderado. No obstante, no lo tiene fácil. Las ambiciones de algunos líderes de gran éxito electoral en sus territorios tienen un amplio terreno abonado en la fragilidad del liderazgo del propio Rajoy, que ha sido derrotado ya dos veces por Zapatero y que ha de afrontar diversos retos electorales previos (País Vasco, Galicia, europeas, municipales) con una fuerte oposición interna y un equipo dirigente cuya capacidad y solvencia está por demostrar. En cualquier caso, el Partido Popular va a ser indudablemente a partir de ahora el partido de Mariano Rajoy. Los éxitos o fracasos que obtenga serán responsabilidad enteramente suya.

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