EL anuncio de que abandona la secretaría general ha caído como un mazazo en la sede del PP. Ángel Acebes ha sido demonizado por infinidad de analistas, articulistas y adversarios políticos, pero no es sólo una persona valorada en su partido, sino querida. Ha puesto orden, ha unificado criterios -con la salvedad de Valencia, el rencor que separa a Zaplana y Camps pudo más que su empeño personal- y ha apagado fuegos en un partido que se venía abajo tras el fracaso de 2004. Rajoy y Acebes tuvieron que poner mucho de su parte para detener el derrumbe anímico de un partido que no tenía ganas ni de seguir luchando. Ahora, tras el nuevo fracaso, Acebes se inclina por la retirada. Posiblemente porque siente que Rajoy se rodea de personas de un perfil completamente distinto al suyo, con excesivas ansias de poder, arribistas, algunos de reconocida trayectoria maniobrera y conspirativa.

El primero en decir adiós fue Zaplana, y Acebes le ha seguido pocos días más tarde. Cualquiera que lo conozca puede adivinar que su decisión no tiene que ver con la idea de que se inicia una nueva etapa, sino que probablemente no se sentiría cómodo con algunas de las personas elegidas por Rajoy para acompañarle en esa nueva etapa. Su relación con Soraya Sáenz de Santamaría es muy buena, pero cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta de que el equipo con el que quiere dirigir el grupo parlamentario no es el mejor, el más eficaz ni el más adecuado para la legislatura, y lo mismo podía decirse del equipo que Rajoy está conformando en la sede central del partido, con personas sin experiencia de gobierno ni de gestión autonómica, sin más bagaje que ser acompañantes habituales de Rajoy en sus viajes o en la preparación de sus discursos.

Para Rajoy no ha podido ser una buena noticia que Acebes tire la toalla. No se sabe si estaba en sus planes mantenerlo en la secretaría general, pero es evidente que si Acebes se va de esa secretaría y lo anuncia semanas antes de que se celebre el congreso no es porque intuía que Rajoy ya no contaba con él, sino porque ya no se encontraba cómodo en la sede central del PP, donde se producen tantos movimientos en los últimos tiempos, ninguno de ellos muy afortunado. Rajoy ha tardado casi dos meses en designar portavoces de área, ha dejado fuera de juego a muchos de los mejores, otros han rechado sus ofertas precisamente porque no estaban de acuerdo con la designación de los nuevos colaboradores, y Acebes ha tenido que ser consciente de que una ola de mediocridad empezaba a hacerse patente. Cuando Aznar se deshizo de los fraguistas presentó como alternativa un plantel de nombres brillantes de una nueva generación. No es eso lo que ofrece Rajoy ante la marcha o el relevo de algunas de las personas que hasta ahora han estado a su lado.

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