La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Adriana Cerezo

El incoformismo de Adriana no le valdría a la exministra Celaá. La ideología ministerial las prefiere menos competitivas

En esta España de medias tintas en la que usamos mil excusas para explicar los fracasos propios, tiene el destino la costumbre de dejarnos ejemplos vivos con los que inculcar en los jóvenes cierto espíritu de superación. Nos demuestran que existe una vía distinta a esa que algunos políticos proponen de convertirse en cómplices del desprestigio del esfuerzo, el achicamiento de los méritos y la generalización de la mediocridad.

En los JJOO hemos descubierto a una deportista española, Adriana Cerezo, capaz de demostrar similar exigencia tanto con su preparación olímpica como con sus deberes educacionales. La constancia es el secreto contra el reto cotidiano que le plantean sus largas jornadas diarias de entrenamiento y estudio. Es el tesón para lograr cumplir sus sueños. O sea, el esfuerzo, tan denostado por los amigos electorales de la igualdad pero por abajo.

En su examen de Evau, hecho antes de partir para Tokio, Adriana Cerezo dejó un 13/14 de nota. La imagino con cierta decepción por no haber sido capaz de lograr la nota superior. Lo digo porque la vi llorar tras ser subcampeona olímpica, cuando a falta de 9" perdió el oro que ya acariciaba, por un mínimo 10-11. A sus 17 años cualquiera estaría inmensamente feliz con ese impresionante premio internacional, a tan solo un suspiro de haber logrado ser campeona. El inconformismo de Adriana no le valdría a la exministra Celaá de ejemplo. Excede ampliamente el average, desmiente su discurso complaciente con la media verdad del aprobado general o el suspenso comprendido, atenuado y favorecido por una legislación connivente. La ideología ministerial las prefiere menos competitivas, más conformistas.

Adriana demuestra ambición hasta con la nobleza de su mirada. Sonreír le ayuda a confiar en sus fuerzas. No es incompatible querer ser la mejor con el respeto a las normas establecidas por la costumbre. Aviva el paso con firme convicción basada en la constancia, en la disciplina que conlleva querer cumplir con cualquier sueño. Anima mucho verla entre el futuro de nuestro país como tótem del que tomar ejemplo, porque con su corta edad no es habitual ver a una deportista con tanta seguridad, con esa virtud inculcada en su propio estilo de vida.

El inconformismo personal que nos demuestra Adriana debería ser la batería de nuestros retos. Es el desequilibrio entre tanta conformismo y excesiva anuencia con la mediocridad como relajante social. El modelo juvenil de Adriana es el mejor futuro.

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