Ahora, el tren a Motril

Hay que apoyar el proyecto, si no queremos quedarnos definitivamente fuera del tiempo, de todo tiempo ya

Hubo de tener Madrid a un malagueño -intrépido y audaz en los negocios, como lo son los de ahora, también- que, entre las varias ruinas de su enorme imperio y los varios imperios de sus ruidosas ruinas, auspició el tren desde La Corte a Aranjuez, en 1845. José María de Salamanca y Mayol, que no llegó a ser amante de la reina Isabel II, aunque ésta lo creó I marqués de Salamanca, fue el que inició la ordenada y valiosísima maraña de líneas férreas que envuelven a Madrid desde todos los puntos cardinales.

Barcelona tuvo antes a Miquel Briada y a José María Roca, creadores, en 1843, del tren de Barcelona a Mataró, primero peninsular e inicio de esa xarxa -red- que dicen los catalanes, de trenes que unen la Ciudad Condal con toda población que es algo en doscientos kilómetros a la redonda.

Y hasta Málaga contó con un Martín Larios Herreros que, en 1856 fundó el ferrocarril desde la capital de la Costa del Sol hasta Córdoba. Además de un sinfín de industrias, líneas comerciales, navieras, industrias azucareras y que sin ser, tampoco, amante de Isabel II, ésta hubo de crearlo I marqués de Larios.

Muchas ciudades en España supieron subir al pescante de los coches que habrían de transitar por los nuevos caminos de hierro. Y la naciente burguesía, que lo hacía a la sombra de las grandes ruedas dentadas de una poderosa, pero muy localizada industria, se hacía con las riendas de una economía nacional que, definitivamente, dejaba de estar en las manos improductivas de una oligarquía nobiliaria más entretenida en fiestas, viajes y balnearios que en el futuro y el desarrollo.

En Granada, aunque más, mucho más tardía, tuvimos a una personalidad extraordinaria e inigualada hasta hoy: Julio Quesada Cañaveral y Piédrola, conde de Benalúa y duque de San Pedro de Galatino. Hombre de inmensa riqueza que llegó a acuñar moneda propia, fue iniciador del ferrocarril en la provincia, de la industria remolachera, del tranvía a Sierra Nevada, de la industria hotelera de alta calidad y de la enorme red de los Tranvías de Granada S. A. que llegaban desde Láchar o Pinos Puente hasta Dúrcal y toda la falda de Sierra Nevada y que, a comienzos de 1970, algunas mentes -que habría que haber encarcelado de por vida- desmontaron con estúpida alegría, en vez de capacidad de gobierno.

En estos días se pone en la mesa del Consejo de Ministros la propuesta para construir la línea férrea de Granada al puerto de Motril. Aunque muy tarde, es una infraestructura de importancia vital para nuestro futuro, el futuro de Granada. El centenario Centro Artístico, Literario y Científico alerta a la sociedad sobre su insoslayable importancia. Hay que apoyar el proyecto, si no queremos quedarnos definitivamente fuera del tiempo, de todo tiempo ya. ¿O no?

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