¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Alberti & Pemán

Sin la Memoria Histórica y sus frías revanchas ya poco quedaría del recuerdo de los dos escritores gaditanos

Esto del homenaje a Alberti y Pemán celebrado en Cádiz ha sido un clarísimo ejemplo de peperismo cultural. Es decir, una mezcla de candor, inseguridad, trampa y complejos (y conste que algunos de los participantes cuentan con mi más elevada estima y admiración). Se suponía que el agredido por la zarpa de Kichi había sido don José María y que, por tanto, él era el que requería un acto de desagravio. Pero era demasiada cafeína para Juanma Moreno y Patricia del Pozo, que tuvieron que buscar las coartadas de Alberti y "la concordia" para poder reivindicar al autor de El divino impaciente en su propia tierra. Como la progresía, al igual que la policía, no es tonta, su boletín oficial inmediatamente le afeó el acto a nuestro centrista presidente de la Junta y tituló: "Un congreso equipara al franquista Pemán con el exiliado Alberti". Pusieron "exiliado", que es cierto, pero bien podría haber escrito "chequista" o "estalinista", que también lo es. Puestos a agarrarse de los cuernos, a ninguna de las dos Españas le faltan argumentos.

Como cartel del acto se escogió la famosísima foto de Kiki, publicada en Diario de Cádiz, en la que un Pemán-Matusalén saluda a Alberti vestido de marinerito (Luis Gonzaga de la mar). Conozco hasta el último detalle de esa instantánea, porque estuvo muchos años colgada en la redacción del Grupo Joly, justo enfrente de mi mesa de trabajo. Es una de esas imágenes que invitan a pensar en los estragos del tiempo y en lo vano de cualquier pasión mundana. Pero sobre todo es el recuerdo de dos personas a las que hoy apenas nadie lee. Porque lo verdaderamente llamativo de todo este asunto es que, actualmente, a los dos protagonistas de la disputa sólo los queremos para avivar el sagrado fuego cainita de la patria o, en el caso de San Juanma Moreno, para llamar a la concordia entre los españoles, pero ya casi nadie devora sus libros con pasión literaria, que es probablemente como ellos quisieron ser leídos.

Tanto a los artículos de Pemán como a Albertiles debo momentos muy gratos, pero sinceramente no creo que ninguno de los dos sobreviva al durísimo escrutinio del tiempo (algunos piensan que el poeta portuense sí). De hecho, si no fuese por la Memoria Histórica y sus frías revanchas, el recuerdo de ambos estaría ya cubierto por una fina capa de polvo, sería materia inerte para eruditos, académicos, escolares cazamoscas, profesionales del bolo y algún glorioso lector ajeno a las modas culturales. Esa es la simple, aterradora y barroca verdad que se esconde tras todo esto. Y aun así, cuánta belleza en las páginas de estos dos españoles que se abrazaron un carnaval.

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