Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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¡Aleluya!

El cristianismo primitivo está siendo engullido por una nueva religión mucho más democrática: la creencia cofrade

Ciertos cristianos se suelen empeñar en que los no cristianos cumplamos los preceptos del Evangelio -los mismos que ellos descuidan- y que repartamos nuestros bienes entre los pobres, que renunciemos a las croquetas de ibérico y que habitemos en cuevas o chabolas. Y los no cristianos -metidos a teólogos- acusamos a las cofradías de inconsecuencia: "Cristo muere desangrado, y vosotros paseáis su imagen en tronos de un lujo ostentosos mientras que os atiborráis de quisquillas de Motril". No sois comunistas, claman ellos, no sois cristianos acusamos nosotros. Posiblemente los antiguos comunistas hayan dejado de serlo y los cristianos viejos se hayan extinguido. Lo que no quiere decir que la creencia cofrade no sea profundamente religiosa, aunque de una religión nueva; una religión del disfrute general y no la del dolor de Cristo. A ateos y agnósticos nos fastidia que los andaluces se entreguen ciegamente al disfrute envueltos en unos ritos y en unas liturgias que han robado al cristianismo prístino, como hizo el cristianismo asimilando el paganismo griego y romano. La nueva religión tiene ya poder para impedir que los políticos, fingiendo piedad en busca de votos, se aprovechen de sus titulares. El cristianismo tradicional, durante una semana conmemoraba la muerte de Cristo, con ayunos, latines y viacrucis. Y el Domingo de Resurrección explotaba en gozo. Cristo, que murió para salvarnos de la muerte eterna, ha vuelto a los cielos. ¡Aleluya! Su muerte y su resurrección son el salvoconducto que nos librará de morir para siempre. Era una religión para tiempos de escasez y de renuncia, gestada en lejanos desiertos siriacos por eremitas escuálidos, enloquecidos por la soledad, el calor y el hambre y administrada después férreamente por sacerdotes célibes que acumularon durante siglos las riquezas de diezmos y donaciones de los fieles. La nueva religión es profundamente democrática. Cereros, bordadores, floristas, sastres, carpinteros, orfebres, imagineros, bares de tapas, restaurantes y taxistas recaudan los antiguos diezmos eclesiásticos. Los cofrades dejan que algún cura vaya detrás de los pasos; ¡pero que no intente dirigir el cotarro! Nada escandaloso: siempre ha habido gente que ha vivido del altar, sucede que ahora el altar da para comer a cientos de miles de personas. ¡Aleluya!

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