La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

¿Alguien entiende a los jueces?

No deberíamos descartar que ocurra como con las cláusulas suelo: los jueces españoles no se atreven pero sí Europa

Las torpes declaraciones de la exministra Tejerina llamando tontos a los escolares andaluces saltaron a los medios casi al mismo tiempo que el Supremo daba un giro de 180 grados sentenciando que son los bancos y no las familias quienes tienen que pagar el impuesto de las hipotecas. Esa mañana, no era difícil pronosticar el recorrido de los dos temas. El primero incendiaría las tertulias y las redes sociales y se convertiría en munición para los partidos en el preludio de la campaña electoral del 2-D. Una perla más que sumar a la inaudita trayectoria del PP boicoteándose las posibilidades de gobierno en Andalucía. Pero poco más. Una metedura de pata volátil. Sin más trascendencia que alimentar la contienda política y la interesada carrera de comparaciones y agravios entre los territorios.

La noticia realmente importante era la segunda. Por el impacto económico y social que tendría, por el inesperado golpe que supondría al lobby de los bancos y porque era tremendamente compleja. Quién lo podría solicitar, cómo y cuándo; con qué fórmula se podría calcular lo que nos tendrían que devolver; hasta dónde llegaría la letra pequeña sobre la retroactividad… Demasiadas preguntas para un titular y, cuando esto ocurre, los periodistas solemos decir que no hemos hecho bien nuestro trabajo...

Y así era. Pero no por falta de rigor en la catedral de los medios sino en la torre de marfil de los jueces. Les suele molestar que se les critique su aislamiento y su falta de previsión cuando toman decisiones que entran de lleno en los debates más sensibles y controvertidos para la ciudadanía, al tiempo que se escudan en su exigida independencia para no contaminarse de las preocupaciones mundanas de los gobernados. Esta semana se han corregido a sí mismos.

Lo que hicieron el jueves fue rectificar una rectificación. La Sala de lo Contencioso-Administrativo creaba más confusión en el propio Tribunal Supremo al decidir que fuesen los bancos quienes debían asumir el llamado impuesto sobre actos jurídicos documentados (AJD) cuando el pleno de la Sala Civil dijo el pasado mes de febrero justo lo contrario: que eran los clientes quienes lo debían abonar. Pero fue un amago de rectificación. Y ya tenemos un nuevo estado de indefinición que sumar al modo en diferido.

Nada más conocerse la sentencia, los bancos sufrieron fuertes caídas en Bolsa. Apenas 24 horas después, volvían a repuntar exultantes con la inédita decisión del presidente de la sala, Luis María Díez-Picazo, de convocar un pleno con carácter de urgencia para que los 31 magistrados pensaran bien si confirman el nuevo criterio o dan marcha atrás. El malestar y la perplejidad se ha desatado dentro y fuera de la institución: ¿se puede volver a votar cuando las decisiones no gustan? ¿Cuando tienen un impacto social y económico de gran calado? ¿Cuándo suponen un "giro radical"? Y, sobre todo, ¿de repente los jueces ven que sus decisiones tienen consecuencias y abandonan su independencia por el bien del país?

Porque si es así, si la justicia ya no es ciega, si ya no hay separación de poderes y si ya importa que sus decisiones tengan repercusión, el listado de contradicciones, polémicas y crisis que nos podríamos haber ahorrado por el bien del país sería interminable. Desde las interferencias de las macrocausas en las campañas electorales -ahí está ahora planeando el cierre del caso de los ERE sobre las autonómicas andaluzas- a casos de tanto calado público como el de la Manada, el de Juana Rivas y el de los políticos catalanes en prisión. Son sólo unos ejemplos.

En todo este futurible, lo menos claro es el futurible mismo: es por el bien general del país, por la estabilidad misma de nuestra economía y nuestra democracia o es por el bien particular de los poderosos. De los lobbies. El recorrido de la no-noticia de Tejerina ha sido el previsto. El recorrido de la no-noticia de que los bancos tendrían que asumir el impuesto de las hipotecas está completamente en el aire. Y, en este punto, sería difícil descartar que no ocurra como con las cláusulas suelo: los jueces españoles no se atreven pero Europa vendrá, después, a ponerlos en su sitio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios