EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Amigos del pueblo

HAY que tener cuidado con la obsesión por la justicia a toda costa, porque a veces esa obsesión puede acabar de una forma muy desagradable. Hace muchos años, en una biblioteca de París, estuve leyendo un periódico de la Revolución Francesa que se llamaba El amigo del Pueblo y que estaba escrito y editado por Jean-Paul Marat. En mis años de juventud -los ideologizados años 70-, Marat tenía muy buena fama: era el amigo del pueblo, el insobornable, el defensor de los pobres y de los humillados que acabó asesinado por llevar a cabo su sagrada misión. Pero cuando leí su periódico me llevé un chasco. Todo lo que escribía era un torrente de insultos dirigidos contra personas que vivían en París, igual que él, y a las que no les ahorraba ni un solo improperio: "Demente, lunático, holgazán, desalmado, traidor, majadero, libertino, puta, ladrón, depravado", escribía Marat, y por la noche en las calles de París la gente repetía a gritos sus insultos. Muy a menudo, Marat citaba el domicilio del destinatario de sus invectivas, para que el pueblo indignado pudiera concentrarse frente a su casa para insultar en persona a la víctima. Y no sólo eso, sino que Marat reclamaba la guillotina para las personas a las que acusaba de ser holgazanas y traidoras, casi siempre sin más pruebas que los rumores o las acusaciones anónimas que recibía en su casa. Y los verdugos leían con mucha atención a Marat: entre 1793 y 1794, cientos y cientos de acusados por Marat fueron guillotinados. Y fue justamente la hermana de uno de estos guillotinados la que quiso vengarse de él y lo mató de una puñalada.

Hoy en día, Marat llevaría a cabo una gran actividad en internet, camuflado en miles de nicks con los que se dedicaría a insultar al primero que le cayera antipático. O podría ser uno de esos enmascarados anónimos que se divierten haciendo colapsar los sistemas informáticos de bancos y policías y ministerios. O podría ser uno de esos "indignados" que el sábado pasado insultaron a los alcaldes que iban a tomar posesión de sus cargos. Ya he dicho muchas veces que la clase política española es catastrófica y que se merece toda clase de reproches y de campañas pacíficas en su contra, pero hay que tener cuidado con las deslegitimaciones hechas al estilo de Marat. El movimiento 15-M empezó dando un ejemplo admirable de lucidez y de espíritu crítico. Por desgracia, parece que va convirtiéndose en una algarada general que mezcla las peores prácticas del botellón y de los foros de internet y de las reacciones infantiloides de los piratas informáticos. Por el bien de todos, sería bueno que las mejores cabezas del 15-M cerraran el paso a todos los Marats que han hecho de la ira ciega y del resentimiento su única arma política.

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