Anunciar la Semana Santa

Se ha organizado una escandalera sobre algo que maldita falta hacía y se ha llevado a cabo con mucha, mucha mediocridad

Un cartel, creo, tiene que ser un elemento publicitario, propagandístico. Me estoy refiriendo a la primera de las definiciones que el diccionario de la RAE concede a esta palabra. Sus fines no pueden ser otros que difundir una idea o anunciar la proximidad de un acontecimiento, pero nunca me había dado cuenta -como al parecer sí se han percatados otros, sagaces ellos- de que un cartel, de propio intento, se puede hacer para advertir de que algún suceso que -por razón de tradición o costumbre- se espera con naturalidad que acontezca, por los motivos que sean, no se fuese a producir y así prevenir al vecindario.

Pero no es el caso que ha de ocuparnos en estas breves líneas. Nos ocupa -o peor- nos preocupa el raro e insustancial empecinamiento -más que empeño- que se ha tenido al encargar, editar, distribuir y presentar -con grande solemnidad- un cartel para anunciar la Semana Pasional, la Semana Santa de Granada, conmemoración que no se espera que acontezca al modo, uso y costumbre antigua -al menos en algunas de sus formas- como son las multitudinarias estaciones penitenciales de las distintas hermandades, por los maravillosos y excepcionales itinerarios urbanos y paisajísticos de esta ciudad monumental y culta, pues, según público decreto reciente del arzobispo, así no habrá de suceder a imitación de Sevilla, según en el texto así se indica. Se conmemorará, pues, de una forma más discreta en el interior de los templos.

No obstante se ha querido hacer un cartel, un afiche -perdón por el galicismo- en el que se anuncia algo que ya se sabe que ha sido suspendido y en el que se recoge un conjunto de imágenes dibujadas, en forma de grupo escultórico irreal, cuya figura central recuerda -más o menos infortunadamente- la sobrecogedora imagen del Señor del Descendimiento; de la cofradía jerónima de La Soledad; cuya autoría en el original; que no en el dibujo de que tratamos; es atribuida -nada menos- que a las gubias y pericia del gran Pablo de Rojas. Las otras dos imágenes que terminan de componer el grupo y que se desarrollan al pie de una cruz de la que cuelga; con poca gracia y soltura; un lienzo sudario, son de un José de Arimatea, según un paso de la vecina Málaga y un ángel, que hubiese pretendido ser dibujo de Salcillo, pero quedó en remedo.

La polémica hierve en estos días en las distintas redes sociales. Sostienen algunos que, además, es plagio. Existe una generalización de rechazo, por lo innecesario e inapropiado del cartel, según muchísimos cibernavegantes. No hay más que leer las largas ristras de opiniones. En definitiva, se ha organizado una escandalera tremenda sobre algo que maldita falta hacía y que se ha llevado a cabo, además, con mucha, mucha mediocridad. ¿O no?

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