Mirada alrededor

juan José Ruiz Molinero

Apoyo al Festival

AYER se clausuró la 63ª edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, cuyo balance estrictamente musical y artístico aparece en otras páginas. En esta columna de lo que se trata es de insistir en una idea de Perogrullo, pero que no deben olvidarla las instituciones, no siempre permeables y sensibles cuando se trata de asuntos culturales: Recortando presupuestos a las más importantes manifestaciones culturales del país, en este caso de Granada, en su proyección nacional e internacional, no sólo se deteriora la imagen del evento, sino que se pone en riesgo la potencialidad económica de los lugares en los que están enclavadas las diversas empresas. Los críticos tenemos obligación de señalar defectos y exigir la máxima trascendencia, calidad y novedad a su oferta anual, pero no podemos olvidarnos de que los organizadores tienen que luchar, en estos tiempos de crisis, con esa obsesión del tijeretazo que impera en las administraciones públicas centrales, autonómicas y locales.

El Festival granadino ha visto sensiblemente reducida la aportación institucional este año y no se espera que mejoren las cosas, por lo que han de buscar patrocinios exteriores -numerosos y generosos, como se ve en los programas, donde se anuncian los mismos- y, sobre todo, el apoyo masivo del público. Esta cuestión siempre tendrá el doble filo: sin presupuestos suficientes para conseguir lo mejor y más atractivo, el interés se resiente. A las sesiones a las que he asistido casi siempre he subrayado, en el apartado de aforo, el lleno. Eso quiere decir que el público es el primero en arropar, con su asistencia, al más importante acontecimiento cultural de la ciudad, que se espera expectante cada año. Ese interés debería ser tenido en cuenta por los organismos que sostienen estas convocatorias y evitar a todo trance recortes, inmisericordes a veces, que atan las manos de los dirigentes para emprender empresas más ambiciosas y evitar frustraciones. Es verdad que es la tónica que vemos proliferar en muchas ofertas de este tipo. En el programa de otro querido Festival que suelo frecuentar, el de Santander, se ha notado, además del cambio de José Luis Ocejo, el director que más brillantez le ha dado durante su etapa, reducciones sensibles en capítulos que en el cántabro eran fundamentales, como el de la ópera, y eso que están en la tierra del banquero Botín.

Por eso insisto cada año -y llevo 54 haciéndolo- en que los fondos públicos que se ponen a disposición de estos acontecimientos no son tirar dinero en lujos, sino en el fin primordial de cimentar el derecho de todos a la cultura de máxima calidad, uno de los bienes más importantes del ser humano.

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