El Gobierno quiere llevar hasta sus últimas consecuencias el eslogan de que no va a dejar atrás a nadie. Aplicado a la educación eso lleva a plantear un aprobado general para todos los alumnos. En esta materia las regiones tienen las competencias ejecutivas y el ministerio sólo elabora normas generales, o en este caso consejos. La ministra del ramo dio una embarazosa rueda de prensa el miércoles con todo lujo de eufemismos para evitar decir lo que se entendía perfectamente: que pasarán todos los estudiantes este curso y ya recuperarán lo perdido en el próximo.

Nada más popular para una población angustiada por su salud, su economía y su futuro que al menos resolver el embrollo escolar de sus hijos. Un capítulo en el que están concernidas todas las familias. "La promoción de curso será la norma general", repetía una y otra vez Isabel Celáa. Podría haberlo contado perfectamente a la manera de Cospedal sobre el despido de Bárcenas del PP cuando se descubrió la caja B; o sea, que será una simulación de aprobado general en diferido. Todo el mundo promociona, salvo casos excepcionales, todos los matriculados se titulan en 4º de ESO, 2º de Bachillerado o FP… y a otra cosa mariposa. Se simula el aprobado general con el término promoción y se difiere la recuperación al año que viene.

Lo esencial es el relato. La prensa unánimemente tituló con un aprobado general tan mal disimulado, y comunidades autónomas como la andaluza se desmarcaron de la coartada que el ministerio brindaba graciosamente a las regiones. Dicen en la Junta de Andalucía que aquí sí se hará una evaluación, pero que será flexible. Es otra manera de decir lo mismo que la ministra. Cualquier solución a este problema sería imperfecta y el aprobado general recuperable no parece la peor. Pero el afán por la propaganda del Gobierno y el fracaso en su intento de esconder la medida llamándola promoción, llevó a Celáa el jueves a afirmar en RNE que "de aprobado general, nada". Pues es al revés; de aprobado general, todo.

Solucionado el aprieto académico, queda por resolver la capacitación de los titulados y el conspicuo relato, que tanto obsesiona al tándem Sánchez&Iglesias. Otro ejemplo de los principios que priman en el Ejecutivo es que el presidente no le ha encargado coordinar el desconfinamiento a un economista, un sociólogo o un científico, sino al mago en comunicación y propaganda que antes que para él hizo esas funciones para dos dirigentes del PP: el moderado Monago en Extremadura y el xenófobo Albiol en Badalona. Hay un trípode sobre el que se asienta la estrategia gubernamental: la importancia de lo público, que depende (y no se dice) de que la economía productiva genere impuestos; que nadie se quede atrás, tampoco en el año escolar, y por encima de todo la nada disimulada propaganda.

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