Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Asuntos bancarios

La última revolución industrial generará una extraña envidia laboral a las máquinas. Ellas tienen el curro

Cuando pienso en una oficina de banco me viene a la memoria el entrañable recuerdo de la del Banco Hispano de Gran Vía. No seré el único. Con sus mostradores de mármol y sus asientos de tela, con los señores aún con sombrero, con alguien que recibía a las señoras que entraban o salían para ingresar sus fajos de billetes con goma. Me gustaba ver a los empleados mojar el dedo en una esponja con agua para pasar con veloz pericia los billetes. Eran tiempos en penumbra pero entrañables.

Solía acompañar a mi madre, solo o con mis hermanos, y el director muy amable nos recibía si era el caso. Todo tenía un aire amarillo con la atenuada luz de los ventanales semi opacos. El señor director (así le llamaban aún) era muy correcto y solía hacernos una gracieta a los niños a la que respondíamos con educación entre formal y avergonzada. Luego, hablaban de cosas muy serias, con ese tipo de solemnidad que imprime a todo asunto el que haya dinero entre manos.

Me pregunté mucho tiempo cómo sería la vida de una persona que cuenta dinero a diario. Pero dinero que no es tuyo, ojo, porque si no serían como el tío Gilito, pensaba, que es otra cosa. Los contadores de dinero tendrían aquellas caras de desencantados que marcaban como autómatas accionando la manivela que pasaba el papel de las sumas.

Todo aquello desapareció. Las oficinas se despoblaron. Casi te contestaba el eco. Entonces, te aparecía alguien estresado para decirte que los ingresos eran hasta las once. El resto del día en el cajero, el empleado metálico.

Pasados los años ya ni existe Caja Granada -luego Mare Nostrum-Bankia y ahora La Caixa-. La fusión parece que suprime unos ocho mil empleos de un tajo. La última revolución industrial generará una extraña envidia laboral a las máquinas. Ellas tienen el curro, nosotros un tiempo vacío lleno de pantallas.

Oí en los medios a directivos minimizar el daño con loas a esas fusiones tan necesarias. Pero ellos siguen trabajando. Lo que les quede, claro. Se felicitaron a sí mismos subiéndose el sueldo. La conciencia se alivia con bonus, será.

Ahora las oficinas son de diseño. Todo digital, en pantalla. Abrieron una en Recogidas con cafetería muy cool. Pero algo se ha perdido, quizás el poder contarle nuestros dramas y esperanzas al metálico cajero que nos espera. Afuera.

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