La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Aulas y discotecas, he ahí el dilema

Empezamos a vislumbrar una travesía del desierto similar a la crisis de 2008: importa salir, y pronto, pero también cómo

Madre colocándole la mascarilla a su hijo para el inicio del curso del Covid-19.

Madre colocándole la mascarilla a su hijo para el inicio del curso del Covid-19.

Todo vuelve a su cauce: las discotecas han tenido que cerrar y las aulas empiezan a abrir. No ha sido fácil. Hemos necesitado tres meses de duro confinamiento, una controvertida desescalada pilotada desde Madrid -¿al final el mando único del estado de alarma no fue tan mala estrategia?- y una ola de rebrotes en pleno verano que ha puesto a prueba el músculo de las autonomías -gestionar, tomar decisiones y acertar poco tiene que ver con publicar un tuit ocurrente y salir bien en la foto-. Entre medias hemos aprendido que la crisis económica sobrevivirá al coronavirus, que la crisis política e institucional fluctuará a golpe de egos y tacticismo -nada que no sufriéramos antes de la era Covid- y que la crisis sanitaria se complicará en cuestión de semanas cuando nos entre el pánico con el primer resfriado. ¿Será gripe o coronavirus? ¿Es tos seca o tos con flema? ¿Qué fue antes la fiebre o la diarrea?

Gobierno, sindicatos y agentes sociales negocian ya la extensión de los ERTE a Semana Santa intentando digerir el fiasco en que se ha vuelto a traducir -¿no aprenderemos?- que hayamos puesto todas las expectativas de recuperación en el turismo. En los miles de viajeros que estos meses se han echado de menos en los hoteles, que no han colapsado las tiendas y los museos y que no han pisado ni la Alhambra.

Siendo optimistas, también en el camino de la pandemia hemos aprendido que no estaban tan sobrevaloradas las playas -han sido más noticia por el colapso en torno a las sombrillas burbuja que por la aparición de casos- y nos hemos reinventado haciendo reservas en las terrazas, en los chiringuitos y hasta en las barras apretadas de las tascas de toda la vida. Una sencilla cuestión de orden y de previsión.

¿Temíamos que fuera el fin de la tapa? Al contrario. Con la excepción del botellón improvisado a la puerta del bar, Granada no se ha quedado al margen de la vuelta a la normalidad. Aunque hayamos perdido la oportunidad de acabar con los transportaplatos y sigamos empeñados en tener que mendigarlas en cuanto pides una ración por aquello de ahorrar (en el servicio, claro, no en el precio).

Me contaban el otro día en una aseguradora sanitaria que también ellos han iniciado el curso desconcertados y saturados: quien no está en el fisio está en el psicólogo. La actriz y directora de teatro Txarini Urbano ha grabado un breve sketch que se ha compartido ya por media España. Aunque se supone que es una parodia cargada de ironía y desparpajo sobre una madre el primer día de colegio, este lunes sabremos si ocurre como con las grandes obras de ficción, que superan en realismo a la realidad.

Lo poliédrico de la pandemia del Covid es que hay casi tanto material para la tragedia como para el vodevil. Y en todas las escalas. Desde alarmarnos y pontificar en tono grandilocuente hasta los golpes de humor más absurdos e irreverentes. Las guarderías han abierto esta semana y, en Andalucía, ya hay una en Sevilla que se ha visto obligada a cerrar por el positivo de su directora dejando a 60 niños de un pueblo encerrados en casa. Francia ha tenido que bajar la persiana en 22 escuelas cuatro días después del inicio de curso y Alemania no está mucho mejor. Es la nueva rutina de goteo de noticias a la que nos tendremos que acostumbrar.

Como reconocen los coordinadores de Covid que ya están asignados en los centros de toda nuestra comunidad (799 sólo en Granada), habrá que ensayar e improvisar; habrá que revisar los protocolos a medida que avance la pandemia. Pero en un escenario diametralmente diferente a las discotecas: aquí no se pueden dar pasos atrás. Retrasar el inicio de curso como han planteado algunas autonomías no es más que darle otra patada al desafío sabiendo que en ningún caso es asumible una vuelta a casa en modo confinamiento. Empezamos a situarnos ante el mismo dilema de la crisis económica de 2008: hay que salir, y pronto, pero no de cualquier manera. Y la educación es un pilar tan estructural en nuestra sociedad como la sanidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios