El lanzador de cuchillos

11-M

Me interesaba el hecho de que los terroristas que atentaron en los trenes en España eran, en su mayoría, de origen marroquí

Vaya por delante que uno es de la opinión de que la guerra de Irak no fue solamente un error, como reconocieron después a regañadientes quienes inicialmente la apoyaron de forma fervorosa, sino una canallada instada por el gobierno de Bush, con la colaboración inestimable de Tony Blair; una actuación difícilmente justificable, en la que nuestro país se vio implicado para que su presidente, José María Aznar, al que España parecía habérsele quedado pequeña, se pudiese retirar de la vida política como líder mundial.

Dicho lo cual, el que suscribe no quiso unir su voz al coro simplista o interesado que recorrió las calles españolas desde aquel fatídico 11 de marzo -recuerden las concentraciones "espontáneas" de la jornada de reflexión o la manifestación de Leganés- y que atribuía los atentados de Al Qaeda directamente al Gobierno del PP.

Me interesaba más un aspecto de la cuestión que se silenció absolutamente en los desfiles que proliferaron en nuestro país en aquel mes aciago. Y era el hecho de que los terroristas que cometieron los atentados de los trenes eran, en su mayoría, de origen marroquí, y no habían encontrado dificultad alguna para entrar en España, ni para legalizar su situación y alguno incluso se había beneficiado de becas de estudio. Esto, aunque a cierto sector de la izquierda le interese obviarlo, nos sitúa frente a la verdadera dimensión del problema: hasta qué punto una sociedad pluralista puede acoger sin desintegrarse a extranjeros que la rechazan. Y nos enfrenta a dos conceptos antitéticos, planteados por el profesor Giovanni Sartori: pluralismo y multiculturalismo.El pluralismo es hijo de la tolerancia y de la convivencia; el multiculturalismo, en cambio, apuesta por la secesión cultural y la tribalización. El pluralismo cree en la comunidad, el multiculturalismo deriva necesariamente en el ghetto.

El inmigrante que llega a Occidente debe interiorizar sus valores políticos: la libertad individual, las instituciones democráticas, el laicismo entendido como separación entre Iglesia y Estado. Los atentados del 11M no fueron únicamente una respuesta al apoyo español a la guerra de Irak; las bombas de España, como los aviones de Nueva York, fueron un ataque al sistema de vida occidental, es decir, a la democracia y las libertades civiles. Pero eso no lo entienden ni los fundamentalistas del pacifismo ni los santos laicos de las redes sociales, que son los hermanos pequeños de aquellos niños del pásalo, que desfilaban gritando que Occidente y Al Qaeda eran almas gemelas. Y con este panorama no es de extrañar que los terroristas se animen a seguir quitando y poniendo gobiernos.

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