Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

¿Y tú, de quién eres?

Tan previsibles somos que es posible que asistamos el domingo a otro día de la marmota

Nuestros abuelos -y más quizá nuestras abuelas- nos hacían sentir únicos, seres irrepetibles, y nos resaltaban ciertos rasgos, siempre peculiares y muy nuestros, que les provocaban ternura y cierto cachondeíto; unos sambenitos amorosos que nos alimentaban lo que poco después -y hablo por mí y mi cohorte de edad- dimos todos, y no sólo los psicólogos, en llamar "autoestima". Con el tiempo, los hijos de aquellos nietos nos hemos empeñado en procurar con denuedo y hasta ansiedad, y ya para nuestros propios hijos, el bienestar emocional y el engorde de esa fuente de toda felicidad y buen curso en la vida, la autoestima. En no pocos casos, la búsqueda de la felicidad como fe y anhelo principal de madres y padres de millennials se ha cargado a sus hijos, sobreprotegidos y creídos de que son, dicho en corto, la releche. Que son únicos y únicas, mágicos, inteligentísimos, celestiales, mejores que cualquier otro, sin capacidad de verse nada malo por fuera o por dentro, ajenos a la culpa… o sea, proyectos de insatisfechos crónicos, egoístas al borde de un ataque de nervios y desgraciados narcisos.

Pero, en fin, que yo, en Umbral, he venido hoy a este recuadro a hablar de marketing… electoral. Aceptémoslo: nos comportamos como grupos semiclónicos con rasgos y apetencias bastante homogéneos. Bancos de boquerones o avefrías en uve, actuamos como tribus de consumidores o de votantes: segmentos, nichos, públicos objetivo. Tezanos lo sabe bien, aunque a Tezanos -un hombre a un CIS y a un Sánchez pegado- se le acusa no de detectar apetencias de voto, sino de crear la apetencia o la urgencia del mismo. Pero ese es otro cantar. Ayer se publicaron varios sondeos electorales. Y de nuevo nos recuerdan que de únicos e irrepetibles tenemos lo justo. Por lo menos en cuanto a previsibilidad. Usted y yo somos, alternativamente y a saber, leal infantería bipartidista; abstencionista por hartazgo, confusión o indecisión congénita; joven novato; pensionista temeroso; rojo irreductible que acusa de facha no menos de diez veces al día; naranja arrepentido; derechón que gusta de un corpus creyente compuesto de cuatro principios (cabreados); nacionalista del dinero con tufo a pólvora (de mayor quiero ser del PNV); nacionalista del dinero pero rabioso por no ser, él también, del PNV, sino de JxCat, ERC o CUP: el Fuenteovejuna indepe. Lo peor de todo no es aceptar o no nuestro borreguismo segmentado: lo peor es que los resultados -lo dicen los demoscópicos- arrojarán un reparto muy parecido al último (e inútil) día de la marmota electoral.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios