Mucho futuro próximo se explicará en función del Covid. Convendría no engañarnos: no todo será a causa de la pandemia, sino con la excusa de la pandemia.

Estudié en Economía una vieja falacia que recobra vigencia. Normalmente se enuncia en latín, pero traducida viene a ser "después de esto, luego a causa de esto". Los profesores advierten que no es cierto. Al menos, no siempre. Es verdad. No todo lo que sucede después de algo, bueno o malo, tiene su causa en que aquello haya ocurrido. El mundo ya estaba en crisis antes de esto. Nuestro pequeño pedazo también. No me refiero a una crisis de carácter económico, más cíclica e irresoluble cada vez y con una estructura endeble a todas luces, pero que muestra una torpe resiliencia, por inadecuada, cogida con alfileres y salvada por la campana en demasiadas ocasiones. Hablo de una crisis nacida de la medianía, de una insoportable mediocridad al mando y de una indolencia social muy relevante que primero la aúpa, luego la sostiene, y siempre la soporta. Algunos podrán denominarla de valores. Yo me resisto, porque los valores son algo más serio. Es pura comodidad. Vagancia.

La ecuación lineal es simple, como casi todo de un tiempo a esta parte. Nosotros estamos a nuestras cosas, con un compromiso público muy limitado, por no decir completamente ausente. Básicamente circunscrito a que no nos toquen demasiado la moral y que, cuando lo hagan, no nos salga muy caro. De esa sociedad despreocupada surgen elementos para representarla y se nos ofrecen a través de instrumentos que venden democracia en lata, pero su elección interna adquiere tintes heroicos entre un rosario de intereses y zancadillas. Mucho más difícil mandar en el partido que en el país. Tan pervertido está el mecanismo que si el proceso es muy de componenda genera liderazgos débiles, muy rehenes de sus patrocinios, Casado; y si inopinadamente es muy participado, el triunfo pronto alumbra un liderazgo imperial, Pedro I. De aquellos nosotros, para salir corriendo, surgen estos ellos, para haber corrido mucho. La ecuación, primaria como sus factores, llega a galimatías de segundo grado al introducir otra incógnita en forma de pandemia, de crisis, o de un viento más fuerte. Entonces, la solución es, efectivamente, incierta, en el mejor de los casos.

Ellos, pagadísimos de sí mismos, reflejo triste de una sociedad despreocupada, egoísta y superficial, tienen en circunstancias normales un encargo. Encantados de no comprometernos, asumimos que se equivocarán, pero no hay nada demasiado importante que se ponga en riesgo y nos basta el reclamo de un slogan. Error. Al torcerse mucho las cosas siguen teniendo el mismo encargo, y la misma capacidad contrastada de enlazar dos tuits, cuando la vida, extremadamente imprevisible y difícil, les proporciona una excusa. Con la mejor voluntad, se supone, al peor escenario, y se concreta. Perros y malos. ¿Qué esperamos? ¿Y a qué?

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