Cada vez que se acerca el momento de la celebración por el régimen andaluz del día de la falsa patria andaluza, ese 28-F que ni tan siquiera pudo refrendarse en un referéndum fallido y perdido, pero que finalmente fue inconstitucionalmente amañado, y que llevamos padeciendo durante la friolera de 42 años, más granadinos somos conscientes de que en nuestra región nada hay que celebrar ese día. Porque cada 28-F nos rememora nuestra lacerante y humillante situación, así como la indignidad y traición política de quienes dicen representarnos: políticos electos por Granada que tanto han hecho en pro de nuestra postergación con tal de salvar sus sillones y mamandurrias. Porque nada nos ha dado -excepto olvido y preterición- nuestra forzada inclusión en una comunidad autónoma diseñada para exclusivo beneficio de Sevilla y sus zonas de querencia e influencia.
Porque lo hemos perdido todo desde que se nos incluyó en Andalucía: riqueza, desarrollo, innovación, gestión estratégica de nuestro patrimonio, infraestructuras, trenes, poder, estructuras administrativas, judiciales, militares… hasta convertirnos en lo que somos en 2022: una provincia periférica pobre y sin perspectivas de futuro.
Porque la Historia no avala ese artificio autonómico, ni la Geografía, ni la Cartografía, ni las tradicionales divisiones administrativa, judicial y militar de España. Porque en Granada no somos andaluces y ni nos identificamos con el folklorismo del sevillanismo regente.
Esperemos que este año electoral sea el último en el que los mandamases del régimen, sus palmeros y cobistas abonados a su nómina, celebran tan ominoso día para nuestra tierra sin que Granada tenga voz propia.
Esperemos también que este año sea el último en el que los políticos traidores a Granada cobran nóminas, dietas y viajes pagados con el dinero de los granadinos, porque quizás no vuelvan a celebrar más otro 28-F desde sus sillones, ni representar más a un territorio harto de tanto agravio. Celebren pues políticos rentistas y traicioneros la quimera del 28-F, canten su pretencioso himno al son de la bandera blanquiverde, alaben a su infame ídolo con pies de barro, porque quizás esta maltrecha Granada les arrebate de una vez sus sillones por no defender a la tierra que les eligió.
Cada 28-F nada hay por tanto que celebrar para Granada. Celebraremos cuando estos políticos ya no nos representen y cuando los regidores de la andaluza Junta ya no dirijan nuestros destinos.
Celebraremos cuando nos liberemos de las cadenas del jugo andaluz, celebraremos que el Granadexit traiga la libertad a nuestros territorios históricos y podamos conformar, como permite nuestra Constitución, una Comunidad Autónoma propia.
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