Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

El 28-F

En esa fecha, Andalucía acudió en masa a votar, no para separarse de otros ni para imponerse sobre nadie

El himno de Andalucía termina con una clara declaración de intenciones: "Sea por Andalucía libre, España y la humanidad". Es un himno antinacionalista. Expresa una identidad compartida y nos proclama ciudadanas y ciudadanos del mundo. Siempre me ha gustado ese final pero más aún ante la terrible actualidad. Al contemplar a un líder megalómano que ha provocado una guerra de consecuencias incalculables, incluso para su propio país, es inevitable recordar el daño que el nacionalismo ha hecho, y sigue haciendo, en la historia de la humanidad.

Pero Andalucía no es nacionalista. No lo es su himno y tampoco lo es su fiesta. Todos los pueblos recuerdan momentos épicos que han marcado su identidad. El del pueblo andaluz fue, sin duda, el 28-F. En esa fecha, Andalucía acudió en masa a votar, no para separarse de otros ni para imponerse sobre nadie. Simplemente no aceptaba ser menos que nadie. Lo que nos movía no era la identidad nacional sino la igualdad y la justicia social. Ya estaba bien de abandono, marginación y ninguneo. Fue el orgullo andaluz, y no el nacionalismo andaluz, el que empujó a reivindicar en las calles el 4-D y en las urnas el 28-F un autogobierno como el de los vascos o los catalanes para construir una sociedad más justa e igualitaria.

Los que vivimos aquel episodio histórico, incluso los que éramos niños pero quedamos marcados por él, tenemos la obligación ética de trasladar ese mensaje a las siguientes generaciones. Debemos recordar que hace cuarenta años, muy poco tiempo en términos históricos, había en el sur de España una tierra subdesarrollada y abandonada en la que la desigualdad recorría el tejido social. Y debemos valorar el cambio social que se ha producido, más relevante incluso que el económico. Los servicios públicos de sanidad, de atención social o de educación que hemos sido capaces de crear nos han permitido aminorar esa desigualdad derivada del lugar o las condiciones socioeconómicas en las que hubiéramos nacido. Basta recordar los cientos de miles de boomers que hemos sido los primeros de nuestras familias en ir a la Universidad.

Queda mucho camino por recorrer, y hay, sin duda, nuevos e ilusionantes retos para Andalucía en la sociedad del conocimiento. Ese futuro de Andalucía debería construirse sobre los pilares del 28-F, del que nos podemos sentir legítimamente orgullosos. Ello supone rechazar el nacionalismo excluyente, que avanza también en España, y seguir reforzando, sin retrocesos, unos servicios públicos que faciliten la igualdad de oportunidades sin dejar a nadie atrás.

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