Sí y no

Queda saber qué llegará antes, si la autarquía nuclear o la aciaga pirotecnia que anuncia el señor Guterres

Don Antonio Guterres, secretario general de la ONU, dijo el lunes que "la humanidad está a un malentendido, a un paso de la aniquilación nuclear". Esto lo señalaba don Antonio, caballero portugués juicioso y educado, en la inauguración de la décima conferencia del TNP, el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares. Pero esto lo recordaba, mayormente, a cinco días de que se cumplan años del hongo de Hiroshima. Todo lo cual no era sino el prólogo para destacar que Rusia es el país con más armas nucleares (5.977), y que solo Estados Unidos le hace la competencia en esta feria tecnológica (5.428). Por su parte, China, alabado sea Confucio, se halla extraordinariamente lejos de tales cotas, con 390 cabezas nucleares; mientras que Francia, el Reino Unido, la India, Paquistán, Israel y Corea del Norte le siguen en orden decreciente.

Quiere decirse, pues, que la humanidad, que no está dispuesta a sortear el cambio climático con energía nuclear (que se lo digan a los alemanes), igual termina con el calentamiento global al modo en que nos lo advierte don Antonio Guterres. Es decir, con un pavoroso y definitivo holocausto atómico. Shellenberger, en No habrá apocalipsis, señalaba la paradoja sobre la que se sustenta una parte del ecologismo actual y la propia ejecutoria del planeta: para eliminar la energía nuclear, en nombre de la ecología, el mundo incrementó devastadoramente el consumo de combustibles fósiles, con los resultados que hoy conocemos. Resultados a los que deben sumarse los centenares de miles de muertes directas, fruto de la contaminación, que se producen anualmente y que no suelen recordarse en el debate nucleares/no nucleares. Como nadie ignora, hay un componente visceral, hijo de la Guerra Fría, que explica buena parte del recelo a las centrales atómicas. Pero también hay otra -"¡Nucleares no, gracias!"-, que Shellenberger adjudica a la exitosa campaña publicitaria de la gran industria petrolera. Y no debe faltarle algo de razón a este viejo ecologista. Si no, cómo explicar el cierre entusiasta de las nucleares para sustituirlos por gas y carbón, cuyos efectos son conocidos desde antiguo.

Actualmente, tanto Japón como China, Francia y Gran Bretaña han emprendido la construcción de nuevas centrales nucleares que les permitan el abasto y la autosuficiencia energética. No parece que España vaya a emprender el mismo camino. Queda saber, en todo caso, qué llegará antes, si la autarquía nuclear o la aciaga pirotecnia que anuncia el señor Guterres.

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