Cuarto de Muestras

Que no sean los que son

Lo que no ha sido también nos hace y nos salva. Ojalá pase en política, que vuelva el respeto de La Transición

En este tiempo de exhibición en las redes, de muestras de amor incondicionales que arden al instante de ser pronunciadas; en este tiempo de barrabasadas, excesos y exabruptos; me gusta pensar en todo aquello que no ha sido. Porque lo que no ha sido también nos hace y, a veces, nos salva. Ojalá pase en política, que vuelva el respeto de La Transición. Que no sean los que son.

Pienso, por ejemplo, en las cosas que nunca nos trajeron los reyes cuando éramos niños; en los besos que no dimos a nuestro amor platónico que nunca supo de nuestros pensamientos. Caigo en las preguntas que no me hicieron en el examen que suspendí y con las que pude haber sacado una nota estupenda. Cavilo con la lotería que nunca me tocó en condiciones y que me hubiera cambiado la vida. No sé, me da por pensar en la carrera que no estudié y que me gustaba tanto y en las formas de ser carismáticas que nunca fui capaz de aprender, en las fiestas que me he perdido por estar estudiando y en las notas que he dejado de sacar por acabarme un libro del tirón. Añoro las rabonas de estudiante que ya nunca podré hacer y los viajes con los que siempre soñaba y que ya no son posibles. Sueño el vestido que se quedó en la tienda y los zapatos de aquel escaparate que no me llevé. En los versos que se anidaron en la memoria, también pienso porque nunca fueron olvido. A la imaginación se asoma el puesto de flores que nunca tuve y la librería de viejo que nunca regenté. Añoro la heladería en la que quería trabajar cuando fuera mayor poniendo bolas en los cucuruchos. Pienso en el niño que no tuve. Y en el libro que no he sido capaz de escribir. Y en los artículos no publicados. Pienso en el silencio que no ha sido tantas veces que he debido callar. Pienso en la muerte que aún no es, pero va siendo poco a poco.

Pero, no solo nos hacen las cosas que no han sido nunca, sino también las que son y no se conocen. Las que nos trascienden. Las que sólo Dios ve, como cuenta Oscar Tusquets en su maravilloso libro sobre arte. Somos nuestro primer pensamiento de la mañana y el último de la noche, somos las umbrías del insomnio. También las palabras que íbamos a decir y no decimos. A nuestro pesar, somos nuestros arrepentimientos silenciosos y el miedo que nos persigue y las inseguridades que nos mortifican. La emoción que contenemos. Somos el modo en que el mundo nos mira. Somos lo que miramos. Somos el otro.

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