Menos mal. El suspiro ha sido mayúsculo, casi un grito mudo de alegría, esa negativa con la cabeza de Pedro Sánchez al escuchar la última oferta de Pablo Iglesias: las políticas activas de empleo, tan patética como el empeño de su consejero en salvar a Nicolás Maduro. Zapatero aún creía que podía resucitar la criatura del doctor Frankenstein, las políticas activas de empleo, Pablo, escucha a Rufián, Pablo, cuatro años, cuatro ministerios. Zapatero, Iglesias y Rufián, ¿qué podía salir de bueno de eso? Menos mal. La negociación entre PSOE y Unidas Podemos ha sido tan chapucera que sólo se explica si se considera que Pedro Sánchez tampoco estaba muy convencido, había oído las maledicencias que Iglesias iba soltando por ahí, que si un Gobierno para año y medio, que si el presidente estaba tan desesperado por seguir en Moncloa como él por encontrar el nidito de Galapagar, que si bla, bla y bla. Un suspiro. El PSOE se debate ahora entre intentar un Gobierno a la portuguesa, sólo con ministros socialistas y el apoyo externo de la izquierda, que es lo que desea Alberto Garzón, o colocar a Rivera y a los supervivientes naranjas -cada día de gala, sale uno- frente al pelotón de sus contradicciones. Banda o panda, Albert. Como la nueva política sólo es mercadotecnia, ganarán Tezanos y Redondo: habrá elecciones.

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